En las últimas semanas, el término Gripe K ha vuelto a aparecer con fuerza en conversaciones cotidianas, redes sociales y consultas médicas. Aunque su nombre genera inquietud, se trata en realidad de la influenza tipo A subtipo H3N2, un virus respiratorio conocido por el sistema de salud, pero que puede presentar síntomas más intensos que un resfriado común.
La circulación de este virus suele aumentar en temporadas de lluvias o cambios bruscos de clima, cuando se incrementan las infecciones respiratorias agudas. Su rápida propagación se explica por el contacto cercano entre personas, especialmente en espacios cerrados, lo que hace que colegios, oficinas y el transporte público sean escenarios propicios para el contagio.

¿Cuáles son los síntomas más comunes de la Gripe K?
Quienes contraen influenza H3N2 suelen presentar fiebre alta, dolor de cabeza intenso, dolores musculares y articulares, escalofríos, tos seca persistente, dolor de garganta y una sensación marcada de cansancio. En algunos casos, especialmente en niños, también pueden aparecer síntomas gastrointestinales como náuseas o diarrea. Aunque la mayoría de los pacientes se recupera en pocos días, el malestar puede extenderse por más de una semana.
La Gripe K no suele ser grave en personas sanas, pero sí puede generar complicaciones en adultos mayores, mujeres embarazadas y personas con enfermedades crónicas como diabetes, afecciones cardíacas o respiratorias. En estos grupos, el virus puede derivar en cuadros más complejos, como neumonía o descompensaciones médicas.
La prevención sigue siendo la principal herramienta para reducir el impacto de la Gripe K. La vacunación anual contra la influenza, el lavado frecuente de manos, ventilar espacios cerrados y el uso de tapabocas cuando se presentan síntomas respiratorios son medidas clave. Además, ante fiebre persistente o dificultad para respirar, los especialistas recomiendan consultar oportunamente al médico y evitar la automedicación.