Terremoto político

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Por: Miguel Gómez Martinez


El triunfo de Trump es un terremoto que tumbó muchos de los supuestos sobre los que se analiza la política a nivel mundial. Todo quedó cuestionado y hay muchos principios que tendrán que ser revisados.

El primer derrotado fue lo que se denomina como “pensamiento políticamente correcto” que no es nada distinto al triunfo de la ideología liberal. Trump demostró que se puede decir todo, en los peores términos, con la mayor desvergüenza, y los electores no se alejan. Lo “políticamente correcto” es visto por muchos ciudadanos como una hipocresía en la que hay temas que no se abordan y frases de cajón que no significan nada cuando el elector está sólo al momento de votar.

También perdieron los dos partidos. El demócrata que entregó sus bases electorales en las zonas industriales y le dio el triunfo a Trump. Pero también el republicano pues la élite de esa colectividad no apoyó al magnate y, en algunos casos, hizo campaña en contra de él. Al igual que en Gran Bretaña, donde conservadores y laboristas hicieron campaña juntos por la permanencia en la Unión Europea, o en España donde el PSOE está siendo desbancado por una coalición de extremistas de izquierda o en el Colombia donde todos los partidos apoyaron el Sí, las colectividades partidistas no representan el sentir de los votantes. La gente las identifica como agrupaciones de clientelistas cuyo fin es lucrarse de la hacienda pública.

Perdieron de las encuestas que sólo miden los fenómenos en la superficie cuando, en este caso, las fracturas son en la profundidad. Perdió otra vez la prensa que se encargó de proyectar a Trump ridiculizándolo y descartando todos sus planteamientos como locuras. Sus opositores hicieron la campaña de publicidad por él. Resulta que esas “locuras” coinciden con lo que 59 millones de estadounidenses también piensan. Las élites, con su sentimiento de superioridad intelectual y moral, no terminan por entender que en democracia son los números los que cuentan.

Aquí hay una rebelión de las masas, aburridas de ser maltratadas por los poderosos, ignoradas por la prensa, maltratadas por quienes se creen mejoresque el “hombre del común”. La democracia no es hoy en día el gobierno del pueblo para el pueblo y por el pueblo como lo definió Lincoln. Así Trump no sea un demócrata, está más sintonizado con la realidad que aquellos que se consideran la voz del pueblo.

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PS: Aclaro que si yo fuese estadounidense no habría votado por ninguno porque no podemos seguir eligiendo al menos malo. Eso lo único que garantiza es el gobierno de los mediocres.

Miguel Gómez Martínez

Asesor económico y empresarial

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