Sangrando por tantas heridas tenemos en esta Semana Santa motivo y ocasión para la meditación y el rescate.
Algún salvaje de las Farc llevó el carro bomba a Corinto, dejando heridas decenas de personas.
Arauca sigue ardiendo con la lucha encarnizada que tienen las Farc, entre ellas mismas, con el auxilio de la Guardia Bolivariana. Centenares de personas de este y el otro lado de la frontera buscan resguardo y un plato de comida.
El Chocó es tierra de nadie y lugar para los cuatro jinetes del Apocalipsis. No falta ninguno en su camino de dolor.
Nadie nos quiere contar cuántas hectáreas sembradas de coca padecemos, pero está claro que si la noticia no fuera definitivamente mala ya la sabríamos.
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Las calles de Bogotá compiten con ventaja con los lugares más peligrosos de la tierra.
En pocas palabras dicho, no existe lo que llamamos en Derecho Constitucional el orden público.
Y lo más triste es que sabemos el origen de estos frentes de pública calamidad y que faltan pantalones bien amarrados para enfrentarla con las fumigaciones en espera. La cocaína nos mata y muy poco hacemos para matarla nosotros. Unas erradicaciones manuales, vergüenza de un Ejército glorioso, y pare de contar. ¿Será eso tolerable?
Si no ganamos la partida del orden y la seguridad, la perdemos por goleada en el campo de la economía. Cuando creíamos haber llegado al fondo del tonel en crecimiento económico, nos sorprendió un pésimo enero y tal vez por compasión no nos arriman el dato de febrero.
Como lo habíamos advertido y denunciado antes de la pandemia, el sector externo de nuestras cuentas nacionales no podría ser peor. Las exportaciones, que eran tan pocas, siguieron su camino hacia el abismo y doblan en porcentaje las alicaídas importaciones. En suma, que hacemos mercado con plata prestada. O vendiendo el televisor, que a eso equivale la enajenación de ISA. Nada para felicitarnos, ¿verdad?
El resultado de este pésimo balance es un endeudamiento tan alto que no le valen cuarentenas. La deuda pública y la privada han llegado a niveles insufribles y para servirlas son menester cifras estrambóticas. Y para cerrar la cuenta, empezamos el año con un déficit de balanza comercial de mil millones de dólares, que a este paso llegará a doce mil terminando el año.
La cuenta positiva, la de las remesas, que superan en tres veces las ventas de café al exterior, solo nos recuerdan que mantenemos la invicta condición de narco país. ¡Qué lavandería de dólares tiene montada el Banco de la República! Solo que ya no se llama la ventanilla siniestra, sino remesas. Vaya nombre distinguido para ocultar semejante pesadumbre.
Es por esta penosa realidad que nos tienen encima, como espada de Damocles, la pérdida del grado de inversión que tan orgullosamente exhibimos
Es por esta penosa realidad que nos tienen encima, como espada de Damocles, la pérdida del grado de inversión que tan orgullosamente exhibimos. Y como única forma de evitarla, una reforma tributaria que ni se han atrevido a describirla con todos sus rigores. Extensión del IVA, eso sí, sin gravar los alimentos básicos, impuesto a las pensiones, tributación para los que ganan dos o tres salarios mínimos mensuales y el suicida impuesto al patrimonio componen el menú, hasta donde ha sido posible filtrarlo. Amárrense los cinturones, amigos, que la nave está próxima a despegar.
Claro que hay que entretener la audiencia con un gesto de generosidad presidencial que nos tiene conmovidos. Porque un hombre de tan buen corazón no podría dejar pasar el momento sin exhibirlo. Así que manos a la obra y en medio de semejantes limitaciones el Gobierno extiende su mano justiciera o dadivosa para aumentar con diez o doce billones de pesos el asistencialismo que trae para los más pobres este retardado Papá Noel. Así que habrá renta para los más pobres, para los jóvenes pobres, para los viejos pobres, para los pobres que han pagado el IVA para poder comer. No hemos conocido otro caso en el que se manifiesta la angustiosa carencia de recursos, regalando plata con esos recursos que no existen. No se dirá que falta imaginación en vísperas electorales.
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Sería imposible cerrar el ciclo de estas desventuras sin recordar que acaba de ser condenado, el primero pero no el último Presidente de la Corte Suprema de Justicia, por corrupto. Hay por lo menos otros tres haciendo cola para ese honor. Y quedaron faltando otros varios que aceptaban noches inolvidables en los grilles lujosos de la mafia, que paseaban en homenaje a ellos mismos en aviones que pagábamos todos y que se asociaban con bandidos en negocios grotescos, con el buen cuidado de alterar las máquinas que registraban los ingresos al edificio de la Corte. Por lo menos tuvieron pudor nuestros altos Magistrados.
No se dirá que faltan motivos de reflexión en esta Semana Santa. No se dirá que carecemos como pueblo de amplio espacio para la oración y sobre todo para la penitencia.