Pandemia y reforma tributaria son los temas que dominan la atención de los colombianos en este momento. Hacer oposición está servido en bandeja. Nada más fácil que criticar al gobierno por la falta de vacunas y pocas cosas más convenientes para un político que hablar mal de una reforma que sube los impuestos.
Por: Mauricio Cárdenas
Por eso es por lo que la gente piensa, equivocadamente, que Petro tiene asegurada su elección en 2022. Hay un descontento por la mala situación de la economía y las simples fuerzas de la gravedad llevan a que muchas personas se aglutinen al lado de quien, desde hace mucho tiempo, es identificado como opositor del actual gobierno.
Por ello, no sorprende que hasta los precandidatos de la centroderecha hayan salido a distanciarse de la reforma tributaria que acaba de radicar el gobierno.
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Y, a juzgar por la contrapropuesta de reforma tributaria que presentó la Andi, el sector privado no quiere “dar papaya”. Por eso le sugirieron al gobierno una reforma mucho menos ambiciosa, en la que no se tocan los temas sensibles –como el IVA y los impuestos a los asalariados–. Parecería que la intención es no alborotar el avispero, pues el palo no está para cucharas.
Nadie quiere que el populismo de izquierda –y el de derecha– salgan a pescar votos en el río revuelto que genera una tributaria.
Una reforma diluida, salpicada de medidas que suenan bien frente al electorado pero que son inconvenientes económicamente, parece ser la estrategia.
Discrepo de esta visión: a Petro no se le derrota emulándolo. Se le derrota confrontándolo.
Algunos pensarán que oponerse a las mismas medidas fiscales que ahora impulsa es lo que le permitió al presidente Duque ganar las elecciones en 2018. El error es pensar que lo que sirvió para ganar hace cuatro años va a servir para ganar las próximas elecciones. Lo que generará apoyo político hacia las ideas serias y responsables es que la población esté vacunada y que, controlada la pandemia, la economía tenga una fuerte reactivación.
Por eso, llegó el momento de pedir a Estados Unidos varios millones de vacunas en préstamo mientras llegan las nuestras, como ya hicieron México y Canadá. No nos sirve que las vacunas lleguen en 6 meses. El problema es aquí y ahora. No hay mejor oportunidad para convertir en hechos las palabras de agradecimiento por la forma ejemplar como hemos tratado la migración venezolana.
En el frente tributario, hizo bien el Gobierno en no seguir peluqueando la reforma antes de llegar al Congreso. Quizás atrapado en su propia lógica, y dando la impresión de que lo considera un punto de honor –lo cual nunca debe ser una consideración en economía– el Gobierno no quiere recular en algunos de los beneficios que otorgó en 2019, como el del impuesto de industria y comercio. Si lo hiciera, le haría menos onerosa la reforma a muchos colombianos.
Y, entre lo que falta, también parece ser un punto de honor no introducir el impuesto a las gaseosas al que el entonces senador Iván Duque se opuso con vehemencia en 2016. Esta vez, no veo cómo va a explicar que es mejor gravar a los alimentos saludables con el IVA, que a las bebidas azucaradas.
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Ya habrá tiempo para comentar la ley en mayor detalle. Por ahora, lo que más extraño del proyecto de ley es una explicación de su impacto sobre el crecimiento económico. Si el Congreso mejora esta reforma –y además tenemos las vacunas– el país podrá salir de esta crisis con fuerza. Pero si sale una mala reforma y las vacunas se demoran, seguiremos empantanados. Ahí si estaría de acuerdo con quienes piensan que le habremos servido en bandeja la elección a Petro.