Un país muy frágil

Pareciera que Colombia no es consciente de la debilidad de su estructura. Al desentenderse o desconocer esta realidad, el país se expone constantemente a degradaciones en distintos frentes que destruyen rápidamente lo que lleva años construir.

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Mauricio Cárdenas, exministro de Hacienda y actual director de una importante maestría en la Universidad de Columbia, en Nueva York, advertía recientemente sobre cuatro grandes peligros que se están «sembrando» hoy y que probablemente se cosecharán en el próximo gobierno. Estos problemas, según Cárdenas, siguen un patrón habitual: comienzan con un origen, luego tienen un proceso de desarrollo y finalmente desencadenan una serie de consecuencias. El mayor error, según él, es intentar corregir el resultado final sin haber abordado previamente la causa raíz de estos problemas.

Cárdenas destacó cuatro áreas críticas: seguridad, sistema de salud, suministro de energía (incluyendo gas, petróleo y minerales) y la economía. Estos cuatro frentes seguridad, salud, energía y economía son los pilares de los desafíos que enfrenta Colombia.

La advertencia de Cárdenas no es nueva, pero su pertinencia es innegable. Colombia parece estar repitiendo ciclos históricos, como los vividos a finales de los años 90, cuando muchos de estos frentes estaban prácticamente colapsados. Aunque muchos colombianos ya son conscientes de estos problemas, parece que aún se percibe la creencia errónea de que los daños provocados tendrán un efecto inmediato y visible, cuando en realidad, las repercusiones pueden tardar años en manifestarse completamente.

En los próximos meses, o incluso durante uno o dos años más, Colombia puede seguir mostrando suficiente capacidad energética, cierta soberanía territorial y un sistema de salud debilitado, pero funcional. Sin embargo, estos problemas se irán agravando y sus consecuencias serán más notorias en años venideros, especialmente cuando el país debería estar en un proceso de recuperación económica.

Construir en Colombia ha sido siempre una tarea ardua. Llegar a consensos y liderar cambios profundos toma décadas, y, lamentablemente, los avances logrados a largo plazo pueden desmoronarse en cuestión de pocos años. Esta fragilidad nacional refleja la falta de cimientos sólidos, lo que impide al país soportar los embates propios de una democracia en constante evolución. Otras naciones avanzadas han demostrado ser capaces de resistir estos desafíos, mientras que en Colombia persiste la noción de «refundar» el país cada cuatro años, una práctica que es insostenible, egoísta y profundamente irresponsable.

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Colombia no necesita mirar muy lejos para encontrar modelos que han soportado mejor sus crisis. México, Chile, e incluso Perú —país que algunos ven con desdén— han logrado mantener una mayor estabilidad en tiempos difíciles. Ejemplos más desarrollados como Estados Unidos o Alemania nos enseñan la importancia de contar con políticas de Estado, no de gobierno; con instituciones fuertes, reglas de juego claras y duraderas que no cambian según los intereses políticos del momento.

Colombia necesita empresas sólidas y diversificadas, lo suficientemente grandes como para resistir los embates políticos. Es esencial desligar la economía de los caprichos gubernamentales y proteger a las empresas de decisiones políticas que las amenacen.

El país debe dejar de estar en una «unidad de cuidados intensivos» durante cinco o siete años para luego disfrutar de un breve período de relativa tranquilidad. Es necesario construir una nación sólida, coherente, con convicciones y fortaleza, capaz de afrontar los desafíos con unidad y resiliencia.

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