Una Megalópolis en el Caribe

Por: Manuel Moreno Slagter

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El término megalópolis fue introducido por el geógrafo francés Jean Gottmann a principios de los años sesenta, al describir la extensa región urbana en la costa noreste de Estados Unidos que incluye ciudades como Boston, Nueva York, Filadelfia, Baltimore y Washington D.C. A partir de esos estudios, se entiende que una megalópolis es una aglomeración de áreas urbanas interconectadas que, aunque mantengan independencia política y administrativa, están integradas funcionalmente, compartiendo infraestructuras, redes de transporte y dinámicas económicas.

Las megalópolis comenzaron a formarse en la segunda mitad del siglo XX, impulsadas por el crecimiento de la población, el desarrollo industrial y la expansión de las ciudades hacia las periferias. En el caso del corredor Boston – Washington, los avances en el sector de las comunicaciones y la rápida construcción de obras civiles, que mejoraron sustancialmente su conectividad terrestre (autopistas y trenes), propició un crecimiento económico y comercial sin precedentes que ha sido replicado en otros lugares del mundo. Nuestro país no es ajeno a esa tendencia.

En la región Caribe colombiana, existen las condiciones para conformar de manera natural una megalópolis que integre sus principales ciudades, Cartagena, Barranquilla y Santa Marta. Esas tres ciudades forman un corredor lineal a lo largo de la costa, con una creciente integración económica y poblacional. La especialización económica de cada una (turismo, industria, comercio internacional, servicios portuarios y servicios logísticos), podría crear sinergias que incentiven una mayor cooperación y planificación conjunta. Sus zonas francas industriales junto con el turismo de alto nivel, podrían complementar los sectores productivos de la región.

Algunos antecedentes ya identificaron ese potencial. Hace una década, la iniciativa del Diamante Caribe y Santanderes buscaba mejorar la conectividad, fortalecer las infraestructuras regionales, y aumentar la competitividad económica y social de sus regiones. La visión era integrar las ciudades estratégicas, facilitando su complementariedad y creando relaciones más cohesionadas. Lastimosamente ese plan no logró despegar. Probablemente la falta de coordinación entre gobiernos, la escasez de recursos, las rivalidades regionales y la falta de incentivos para la participación privada, impidieron su consolidación. Personalmente, creo que su alcance fue demasiado ambicioso, y suponía una inversión en infraestructura sin precedentes en nuestra historia.

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Sin embargo, a pesar de aquel fracaso, fomentar una mayor integración entre Cartagena, Barranquilla y Santa Marta, continúa siendo aconsejable y no debería ser tan complejo. El punto de partida resulta obvio: lograr una mejor conectividad. Entre Cartagena y Santa Marta hay unos 230 kilómetros de distancia, que hoy, utilizando el vehículo particular, puede demandar entre 4 y 5 horas de recorrido. En bus, podría ser algo más. Tal cantidad de tiempo no es aceptable ni competitivo. Por citar un ejemplo, entre París y Bruselas, que están separadas por 260 kilómetros, el viaje en carro toma 3 horas, y en tren apenas una hora y media.

Dejando de lado por ahora el proyecto del tren regional, por el enorme desafío que supone, el esfuerzo podría concentrarse en lograr buenas carreteras entre las tres ciudades. Empezar por ahí. Complementando adecuadamente las vías que ya tenemos, con dobles calzadas completas, cumpliendo con los estándares de seguridad apropiados, con mantenimientos programados, con cuidado al medio ambiente y con un correcto manejo de los accesos a las poblaciones intermedias (Ciénaga, por ejemplo), el tiempo de desplazamiento podría recortarse entre 2 y 1.5 horas. Las posibilidades de desarrollo se multiplicarían y sin duda surgirían dinámicas insospechadas. Incluso así, un aeropuerto regional cobraría sentido.

Las condiciones están servidas hace rato. Dependerá de nuestra dirigencia y de los liderazgos públicos y privados, que las tres ciudades más importantes del Caribe colombiano logren unir fuerzas y mejorar las oportunidades de desarrollo y crecimiento de sus habitantes. Sacar provecho de nuestra posición geográfica es una tarea pendiente que no conviene aplazar más. La megalópolis del Caribe es posible.

La megalópolis del Caribe es posible
Foto: 360 Radio

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