Vamos hacia las guerrillas urbanas

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«Así han nacido guerrillas en Colombia. Los bloqueos y actos violentos tan largos, podría llevar a que los vándalos de tinte político se logren articular…»


Por: Luis Pérez

Los Marchantes de las protestas han sido exitosos. Hay que reconocerlo. En la calle están marchando ciudadanos buenos y generosos que protestan por ellos y por todos. Nadie los convocó en tono conspirativo puerta a puerta. Los invitó a salir la falta de empleo, el hambre, la injusticia, el desamparo, y las puertas cerradas de la democracia y de los partidos políticos para quienes aspiran a cambiar a Colombia. Los problemas del hambre no se resuelven en la cocina, pero si se expresan en la protesta.

Los vándalos con banderas de inconformes sociales también han resultado exitosos. Derrotan a la policía. Queman bancos. Roban y saquean almacenes ante los ojos de todos. Humillan y matan policías. Queman estaciones de policía con policías adentro. La policía reacciona también brutalmente. Queman casas de justicia como si quisieran volver cenizas los delitos de peligrosos delincuentes. Queman alcaldías, como si quisieran desaparecer contrataciones sospechosas. Triste, pero si han sido exitosos en sus nefastas tareas.

La indiferencia del gobierno ante la crisis asombra. Pareciera que al gobierno le interesara la parálisis, pues se le ve sin afanes de volver a la normalidad. Ante la apatía del gobierno y la ineficacia de la seguridad, los vándalos con banderas sociales se hacen cada día más fuertes y pierden el miedo a ser ilegales. La impunidad les da la creencia que, si se dedican a una actividad vandálica con tinte político, podrían eludir o superar a la policía y a las fuerzas del orden y adquirir un poder económico y de control de territorios ilegales que les permitiría sobrevivir mejor que lo que logran en la legalidad. Los vándalos crecen poniéndole un velo de protesta política a una actividad criminal.

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Así han nacido guerrillas en Colombia. Los bloqueos y actos violentos tan largos, podría llevar a que los vándalos de tinte político se logren articular, y formen guerrillas urbanas con alta capacidad de desestabilizar el país. Y a esas guerrillas urbanas, le pueden meter el veneno social de la droga y las extorsiones. La indiferencia del gobierno y la mala preparación de sus negociadores, están dejando institucionalizar la ilegalidad, que se puede convertir en perturbadoras guerrillas urbanas. En las ciudades, donde se dice que en más del 40% de los territorios no manda el estado, los vándalos con banderas sociales pueden encontrar espacios abonados para ser nuevas y exitosas guerrillas urbanas. Para buscar soluciones sociales, el gobierno no ha estudiado a profundidad la esencia de las protestas vandálicas de miles de jóvenes inconformes, y no se ha dado cuenta que ahí está la semilla de nuevas guerrillas urbanas.

Quienes saquean, queman, destruyen y desafían policías y al estado con éxito, encuentran una opción de vida promisoria en la ilegalidad. Y así, los vándalos de tinte político empiezan a asociarse en sus territorios y a nivel nacional, para formar guerrillas urbanas con proclamas sociales que podrían someter a Colombia a otros 30 años más de violencia.

Pareciera que en Colombia hay agendas ocultas y oscuras. Pareciera que marchantes y gobierno están identificados pensando primero en las próximas elecciones, así el país quede en cenizas.

En Colombia la política más exitosa ha sido cuando se le mete miedo extremo al pueblo. Hay políticos que solo saben hacer política metiéndole miedo a la gente. Caminamos hacia el país de los odios y no a una patria de unidad y amor.

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Los extremos políticos de Colombia, se aman en secreto y se odian en público. Se necesitan. No podrían vivir el uno sin el otro. El vigor de un extremo político implica la debilidad del otro. Sus odios y sus intereses están por encima de la patria. Hay que devolverle a la política el amor, las ideas y la inteligencia competitiva. Se necesitan propuestas serias con más obras y más hechos de gobierno para recobrar la confianza al pueblo. Es imprescindible para salvar a Colombia, erradicar el centralismo con todos sus vicios, y caminar hacia el florecimiento de las autonomías de las regiones. Y como la corrupción carcome a Colombia, se necesitan gobiernos y partidos políticos que no roben ni dejen robar.

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