Sobre el Aeropuerto Enrique Olaya Herrera de Medellín

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Pensar en la construcción de nuevos aeropuertos es lo correcto, va en una dirección adecuada; pretender aniquilar de un plumazo el Olaya Herrera es un gran error. La discusión no es de ahora, es de antaño, hay que darla pero bien dada.


Por: Andrés Felipe Gaviria

El Aeropuerto Olaya Herrera es una ventaja competitiva para Medellín sin precedentes. Es un punto estratégico para la región del Urabá, del Chocó, para la terminal de vuelos privados e, incluso, para los gobiernos regionales y nacionales, pues la posibilidad de aterrizar allí y estar, en unos diez minutos, en cualquier lugar de la ciudad es inigualable. 

Ahora, sabemos que las consecuencias de que el aeropuerto se ubique en este punto de Medellín, han sido desplazamientos hacia las laderas en cuanto a la construcción de viviendas, carencia de espacio verde y espacio público y, para muchos, el origen de la opinión de que sea un aeropuerto poco significativo.

Sin embargo, lo cierto es que, además de que las principales ciudades del mundo tienen dos y hasta tres aeropuertos y de que existe una tendencia a que los aeropuertos estén afuera de la ciudad, no implica que sea una verdad absoluta. 

Al alcalde Quintero se le ha ocurrido ahora compararnos con Nueva York y vale la pena compararnos con esta ciudad para darnos cuenta de que no tenemos nada, absolutamente nada parecido a ella. Sería muy positivo que empezara a hacer algunas de las cosas que allí se han hecho desde hace más de 500 años, a ver si algún día logramos el 10 % de lo que ellos son hoy. 

Así las cosas, expongo lo siguiente: 

La construcción del aeropuerto en la zona de Occidente es absolutamente necesaria, es una necesidad estratégica, supone una obra que, debido a todo el desarrollo portuario y de infraestructura que se está dando para esa zona del departamento, las circunstancias la piden. Desde allí, podemos conectar con el mar y al Puerto de Urabá en poco tiempo; en buena hora se están construyendo túneles en ese sentido. 

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También, es importante porque logramos ponernos en competencia con otros aeropuertos del país que reciben carga y garantizar que esta llegue al aeropuerto de Urabá, es una oferta irresistible. 

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Todos sabemos la lentitud de la concepción de un proyecto, como el que propone Quintero, en Colombia. Los renders se hacen fácil, pero de ahí a que se hagan realidad sucede todo un dilema. Ese aeropuerto hay que hacerlo y, en menos de años, se tiene que empezar su construcción sin tocar al Enrique Olaya Herrera. 

Este aeropuerto, si bien es cierto que lastimosamente hoy no se pueden instalar instrumentos para iluminar su pista para que sea utilizado después de las 6:00 p.m., es un aeropuerto que tiene una concesión de 10 años vigentes, que el operador está pidiendo que se le prorrogue por la pandemia del coronavirus, pero que en el futuro es un aeropuerto que disminuirá el tráfico de personas. 

Por esto, cuando el Aeropuerto José María Córdova tenga dos pistas  y cuando el aeropuerto de occidente esté funcionando, sería el momento apropiado para que se dé el debate sobre retirar el Olaya de Medellín. 

Esto, porque no solo se trata de tener estos aeropuertos, sino también conectividad con ellos. Es obligación que el Aeropuerto de Rionegro tenga conexión de transporte público con Medellín, sea por la segunda boca del Túnel de Oriente, a través del Metro cable o cualquier otro medio. Lo mismo sucede en Occidente, necesitamos garantizar que el aeropuerto no vaya a quedar a más de una hora y media.

Así, cuando todo este ecosistema de infraestructura y de competitividad se tenga, podemos dar responsablemente el debate de terminar con el Olaya Herrera. Tenemos que ser suficientemente atractivos como ciudad para convertirnos en un pub real de Latinoamérica, con el que podamos ser una puerta de entrada al sur de la región por la que miles de empresas quieran pasar. 

Podemos estar de acuerdo o no en que hagamos la famosa imitación del Central Park pero no sería igual al de Nueva York. Empezando porque Manhattan se erigió alrededor de Central Park, no fue este emblemático parque el que llegó en un meteorito y ocupo un espacio perfectamente diseñado para él. El espacio que hoy ocupa el Enrique Olaya Herrera, me atrevería a confirmar que es aproximadamente un 60 % del Central Park, siendo muy generosos.|

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Tener en este un lago, tenderos, pistas de ciclistas, vías peatonales, canchas de tenis… sería un gran atractivo y Medellín se lo merece, pero tampoco estamos en el momento económico para hacer dicha obra.

Las finanzas de la ciudad no están sólidas. Estamos embarcados ahora en el proyecto Metro de la 80, que hay que terminarlo y tenemos una deuda histórica con nuestra infraestructura vial, con seguir ampliando y mejorando el transporte público y garantizar una real creación de empleo, no a través del estado, como lo pretenden los populistas, sino a través de la empresa privada y esta solo se va a asentar en Medellín a medida que cuente con incentivos. 

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Por eso, es muy necesario que la actual Gobernación de Antioquia, la Alcaldía de Rionegro, Medellín como invitada y el Ministerio de Transporte establezcan una mesa de inmediato para hablar de la ampliación del Aeropuerto José María Córdova. No podemos esperar a colapsar como lo hizo Bogotá, que siempre pensando en pequeño, los sobrepasó la insuficiencia de tener solo dos pistas. No. Rionegro tiene que tener una segunda pista, crear nuevas terminales, que no tengan el esquema viejo de herradura, sino que sean modernas, con verdaderas zonas gastronómicas, con buenos estacionamientos, etc., y ser más atractivos también para las aerolíneas.

Si nos comparamos con Panamá, notamos que podemos tener un aeropuerto mucho mejor que el de ese país y, luego, darle tráfico a que desde esa ciudad sean más las aerolíneas que pasan por aquí. Hay que pensar en grande, no solo en papel, sino en hechos, y ojalá que avance contundentemente con una construcción en occidente, en la que se dé una buena distribución del aeropuerto en esta zona para tenerlo operando en menos de 15 años. 

Me encanta que pensemos en el largo plazo, que seamos visionarios, verdaderos innovadores, pero eso requiere responsabilidad, inteligencia y, sobre todo, mucha finura a nivel de finanzas. 

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