Así vivía Pepe Mujica, el presidente más pobre del mundo

Pepe Mujica rompió con los símbolos del poder al vivir en una casa rural con su esposa y su perra Manuela.

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En un mundo donde la política a menudo se asocia con lujos, trajes caros y autos blindados, Pepe Mujica se convirtió en una anomalía viviente. Durante su mandato como presidente de Uruguay (2010–2015), Mujica fue conocido internacionalmente como “el presidente más pobre del mundo”. Pero, ¿cómo era realmente su estilo de vida? ¿Qué lo llevó a rechazar las comodidades del poder y vivir como un ciudadano común?

Panorama general: Mientras la mayoría de los jefes de Estado residen en palacios o casas de gobierno con estricta seguridad, Mujica eligió seguir viviendo en su modesta chacra en las afueras de Montevideo, junto a su esposa, la exsenadora y exguerrillera Lucía Topolansky, y su perra de tres patas, Manuela.

Su hogar era una sencilla casa rural sin lujos, con paredes descascaradas, muebles envejecidos y sin personal de servicio. El lugar reflejaba no solo su humildad, sino también una firme decisión ideológica: vivir como predica.

Por qué Pepe Mujica fue llamado “el presidente más pobre del mundo” y qué enseñó con su ejemplo

Durante su presidencia, Mujica donó cerca del 90% de su salario mensual (que rondaba los 12.000 dólares) a organizaciones benéficas y programas de vivienda social. “Me sobra con lo que tengo. Hay gente que vive con mucho menos», declaró alguna vez con su característico tono sereno y sincero. Vivía con menos de 1.200 dólares al mes, lo mismo que el ingreso promedio de muchos uruguayos.

Mujica manejaba un viejo Volkswagen Fusca celeste de 1987, que con el tiempo se convirtió en símbolo de su austeridad. Se vestía con ropa sencilla, a menudo sin corbata, incluso en actos oficiales. Era frecuente verlo trabajar en su jardín o ayudando con las tareas domésticas.

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Así vivía Pepe Mujica, el presidente más pobre del mundo

Por qué es importante: Su manera de vivir no fue una estrategia política ni una pose mediática. Mujica había sido guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros en los años 60 y 70, lo que lo llevó a pasar casi 15 años en prisión, varios de ellos en condiciones inhumanas y de aislamiento. Esa experiencia marcó su filosofía de vida.

Para Mujica, el poder no era una herramienta para el enriquecimiento personal, sino una responsabilidad ética. Rechazaba el consumo excesivo, la acumulación de bienes materiales y el estilo de vida “capitalista voraz”. En entrevistas y discursos, abogaba por una vida más sencilla, en armonía con el entorno, y por políticas públicas orientadas a la equidad social.

Su forma de vivir le trajo tanto admiración como críticas. Algunos lo consideraban un símbolo de autenticidad y coherencia; otros lo acusaban de populismo simbólico. Sin embargo, incluso sus detractores reconocían que Mujica era fiel a sus principios. A diferencia de muchos líderes, no enriqueció su patrimonio durante su presidencia ni buscó explotar su imagen tras dejar el poder.

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