Avancemos como nación en medio de las dificultades

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EDITORIAL


Nuestro editorial tiene que ver con el pesimismo que se ha incrementado en el país de acuerdo a distintas mediciones que se han hecho y que reflejan un sentimiento de incertidumbre, desesperanza, angustia, consternación, entre otros.

Y es que pedirles a la mayoría de los colombianos que hoy sienten que el país no va por buen camino que tengan un sentimiento optimista porque es lo políticamente correcto es impresentable.

Colombia no solamente ha sido uno de los países más perjudicados por el coronavirus y todos sus efectos, desde su virulencia, su letalidad y las secuelas económicas, sociales y políticas. Afrontamos un tercer mes continuo, una meseta prolongada no solamente de contagios sino de muertes, las cuales están aumentando y las previsiones auguran números desastrosos.

El país podría tener cerca de 800 muertos diarios en los próximos días, y aún el número de contagios sigue elevándose. Si bien se ha ganado tiempo y eficacia en el proceso de vacunación, sigue siendo insuficiente.

La única manera de salir adelante es vacunándose, y qué bueno sería que el Gobierno siguiese adelante con programas de vacunación extendidos, incluso 24 horas, y que continúe haciendo una gran ofensiva diplomática, económica y política con los laboratorios con los que ya se ha llegado a acuerdos. Ojalá con aquellos que han demostrado que sus vacunas tienen los mejores indicadores de eficacia.

No solamente el virus, que ha sido el gran problema que ha afrontado Colombia y el mundo en este último año y medio, es el culpable de la desesperanza de los colombianos. No es momento de hablar de lo que venía mal o de la fragilidad de Colombia como Estado, y que un mínimo viento, que en este caso fue un huracán como lo es la pandemia, pondría en jaque nuestra situación.

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Y es que un país que se acostumbró a tener a más del 50 % de los colombianos en la informalidad, un país con tasas de desempleo significativas, con una inversión extranjera mínima y decreciente, con un déficit permanente en la balanza comercial y sobre todo con cargas impositivas altas, con un sistema judicial que no funciona, con una economía dependiente de los típicos commodities y aún en la época de las cavernas sin conocer lo que algunos llamarían el capitalismo o neoliberalismo secuestrado por muchos oligopolios, tenía todo para sucumbir ante cualquier desastre, como ha ocurrido.

A un grupo político liderado por un excandidato presidencial y por otra clase de líderes gremiales que han salido huyendo del país argumentando amenazas, decidieron promover miles de aglomeraciones en todas las ciudades del país siendo las más crueles y violentas en las ciudades de Cali, Bogotá y Medellín. Capitales que no solamente han visto cómo destrozaron su patrimonio público, sino cómo los enfrentamientos constantes entre autoridades y manifestantes dejaron varios muertos y heridos. 

Eso no es poco. La zozobra, el miedo a salir a la calle, todo lo que se ha conocido en estos días sobre las miles de familias que no fueron a trabajar no por el virus sino por el miedo que tenían a ser apedreados o atacados por delincuentes que estaban instalando peajes dentro de las ciudades, hicieron bloqueos, tumbaron semáforos, atacando al transporte público y haciendo toda clase de revueltas para justificar una supuesta deuda que el país tiene con ellos, siendo personajes divorciados de la realidad de un país, no teniendo empatía y solamente buscando la destrucción. 

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Si bien las marchas se han conjurado medianamente y los bloqueos se han levantado en gran parte, ese síndrome ha quedado en muchos colombianos. Cuesta imaginar por estos días un futuro mejor; cuesta conseguir empleo; cuesta iniciar una empresa; cuesta acceder a un crédito, y parece que nos vamos quedando en ese letargo. 

Es entendible en medio del abismo de desesperanza en el que han caído miles de colombianos, pues a funcionarios públicos que siempre se les ha cumplido con su salario y sus prestaciones legales, no tienen ningún inconveniente, igual para algunas personas que afortunadamente desde el sector privado han tenido la fortuna de gozar de bienestar, riqueza y progreso, para ellos quizá las cosas corran normalmente.

Lo que indican los números es claro, la pobreza ha aumentado, la inequidad es más grande y la crisis social que hay en Colombia y que se prolongará en los próximos meses, es de dimensiones inesperadas.

Ojalá ese cambio que muchos piden sea ejecutado por una ciudadanía valiente, una sociedad de conocimiento, personas inteligentes, pensantes, responsables, que por fin van a optar por actuar y tomar las decisiones que les afectan en su día a día.

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