Ninguna reforma tributaria encontrará un momento oportuno, ni los ambientes políticos y de la opinión pública favorables para hablar de una nueva reforma tributaria. Recordemos que en Colombia hacemos una reforma tributaria cada 16 meses, lo que envía un tremendo mensaje para la confianza inversionista, la estabilidad jurídica y, sobre todo, para el bolsillo de los colombianos. En lugar de dar más libertad al mercado, reducir impuestos o convertir a Colombia en un país más productivo y competitivo, las reformas parecen beneficiar a los mismos de siempre, haciendo cada vez más costosa la situación.
Es necesario que este gobierno, en cabeza de Gustavo Petro, haga lo que sus antecesores no hicieron. Una de las medidas cruciales debería ser reducir el gigantesco tamaño del Estado colombiano, que incluye agencias, entidades, direcciones, gerencias, presidencias, ministerios, secretarías, embajadas y misiones. El gobierno tiene mucho de dónde recortar y debería mostrarle al país que está dispuesto a solidarizarse con la situación económica. Sin embargo, es difícil que esto ocurra.
Si Gustavo Petro quisiera demostrar que el gobierno de cambio también es capaz de solidarizarse con la situación económica del país, debería comenzar por corregir los excesos de una nefasta y desastrosa primera reforma tributaria impulsada por José Antonio Ocampo es reforma debería afectar más al Estado colombiano que a los bolsillos de las personas.
Si el gobierno necesita más recaudo, debería reducir el tamaño de su estómago. De lo contrario, no habrá reforma tributaria que sea efectiva. Lo peor de todo es que la reforma actual sigue siendo un retazo que no mejora significativamente lo que ya tiene Colombia. Existen varias agencias en las que se podrían eliminar algunas entidades o fusionarlas. Hay ministerios tan obsoletos como el de Deporte y el de Ciencia, que no han aportado al país, al igual que el Ministerio de Igualdad.
Sería importante que el presidente Petro anunciara al país un recorte en el gasto de funcionamiento, en este gasto es de $327,9 billones, con una reducción de 20 a 30 millones en funcionamiento. Ese debería ser el mensaje.
Esta reforma tributaria, mal tramitada, debe alinearse con la recuperación económica que ha tenido el país, de manera que ojalá el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, entienda que gastar dinero del gobierno es más fácil cuando no es de uno mismo. También deberían considerar que muchos colombianos ni siquiera están pudiendo pagar impuestos.
Ojalá el gobierno sea consciente de corregir esto y ajustar el rumbo, ya que el rubro de inversión para 2025 bajará en $17,4 billones, el servicio de la deuda subirá y están planeando aumentarlo en un 6,2%, es decir, $19,1 billones en gasto de funcionamiento. Todo lo contrario a lo que el país necesita. Insisto, el gobierno debería anunciar un recorte de 40 a 50 billones de pesos en gasto de funcionamiento.