Quiero empezar diciendo algo que puede sonar duro, pero que refleja la realidad, Colombia la estaba sacando barata. Y no lo digo con pesimismo, sino con una dosis de verdad que como sociedad debemos aceptar. Más allá de las simpatías o rechazos políticos, es momento de ser sensatos y reconocer que hoy Colombia es el mayor productor de droga del mundo.
El país volvió a ser protagonista de titulares negativos, exporta mercenarios a guerras extranjeras, enfrenta una creciente inseguridad en todas sus regiones y carga con problemas sociales profundos como la prostitución, el desempleo y la falta de oportunidades.
Cuando Donald Trump dice que Colombia está “fuera de control”, quizá no comprende todos los matices, pero lamentablemente no está tan equivocado: Colombia está fuera de control.
No toda la culpa es del actual gobierno, es cierto. Pero también es innegable que este ha sido laxo, permisivo y poco efectivo frente a los problemas estructurales. Gobernar implica contener, perseguir el delito, buscar soluciones, hacer cumplir la Constitución. Cuando un gobierno no lo hace, incumple su principal juramento.
Y aquí cabe recordar un viejo refrán: tanto va el agua al cántaro hasta que se rompe. No se justifican los insultos de Trump ni las acusaciones infundadas contra el presidente Gustavo Petro; calificarlo como líder del narcotráfico es una exageración sin pruebas.
Pero tampoco podemos ignorar que las relaciones diplomáticas se han deteriorado en medio de una guerra de declaraciones que solo perjudica a Colombia.
Estados Unidos seguirá adelante con sus intereses; Colombia, en cambio, no puede darse los mismos lujos. Tenemos demasiados problemas por resolver como para quedarnos atrapados en una pelea de cantina.
Hay que hablar con franqueza. Como lo dijo Nicolás Maduro hace unas semanas, aunque duela coincidir con él, la coca se cultiva en Colombia, la droga sale desde Colombia y los principales grupos criminales operan aquí. Venezuela sirve como ruta, sí, pero el origen está en nuestro territorio.
Petro tiene razón en algo, las mafias que dominan el negocio del narcotráfico ya no son exclusivamente colombianas. Sin embargo, eso no exime a Colombia de responsabilidad. Si hoy hubiese una flota internacional para frenar la salida de coca hacia Estados Unidos, tendría que estar frente a nuestras costas del Pacífico, no solo frente a Venezuela.
Todos saben que por Buenaventura, Tumaco y las costas de Antioquia salen cargamentos en lanchas, submarinos y contenedores. La cocaína no se produce sola, ni se exporta por arte de magia.
El gobierno de Gustavo Petro ha cometido errores visibles: ha negado extradiciones solicitadas por Estados Unidos, ha promovido programas que incentivan el cultivo de coca, ha debilitado la erradicación forzosa y suspendido los bombardeos contra grupos criminales. Además, ha intentado negociar con organizaciones terroristas sin resultados concretos, otorgándoles estatus políticos que les han servido más a ellos que al país.
Ante este panorama, es comprensible que Washington dude del compromiso de Colombia en la lucha contra el narcotráfico. De ahí a afirmar que Petro es líder del narcotráfico hay un trecho enorme, pero la falta de resultados habla por sí sola.
Iván Duque tampoco logró reducir los cultivos ilícitos. Este es un problema que trasciende los gobiernos y requiere una política de Estado firme, estable y libre de ideologías pasajeras.
Trump no ha amenazado con invadir a Colombia, ni Estados Unidos lo necesita. Pero si el gobierno colombiano no enfrenta a los grupos armados ni destruye los laboratorios, Estados Unidos tiene la capacidad de hacerlo por su cuenta.
Para Washington, los grupos que operan en Colombia son terroristas. Si el Estado colombiano no actúa, es ingenuo pensar que otros países no tomarán medidas para proteger sus intereses.
En conclusión, Colombia no puede seguir negando la gravedad de su crisis interna. Las palabras de Trump son una llamada de atención, no una afrenta. Y si seguimos ignorando los síntomas, un día nos daremos cuenta de que no solo la estábamos sacando barata… sino que ya la perdimos del todo.
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