Cuando la anarquía se impone

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Es entendible que muchas personas no conozcan ni siquiera el significado de la palabra ‘anarquía’. En un país en el que confunden declarar renta con pagar impuestos, todo se puede esperar.


Por: Andrés Gaviria Cano

En las calles la terminología no importa, porque los hechos son los que cuentan y lo que hemos visto en Colombia es una clara intención de destruir y generar caos, fomentar el terrorismo y destruir el poco Estado que tenemos.

El terrorismo en el mundo ha sido bastante estudiado y es comprensible que dicha materia sea desconocida y que crean que el terrorismo es la misma guerra de guerrillas, o simplemente es lanzar una amenaza, tirar la piedra y salir corriendo.

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El terrorismo es muy inteligente. Las organizaciones delincuenciales son verdaderas empresas del crimen, tienen asesores destacados y son multinacionales, operan sin fronteras ni legislación. Los mueve sus intereses económicos, políticos y aplicar nuevos modelos de vida y sociedad, según sus ideologías, esto quizá sea una parte filosófica, pero no díscola u utópica, convirtiéndose en agendas globales que se mueven buscando desprestigiar creencias, movimientos y tradiciones para imponer la de ellos. Lo hacen a través de la utilización de medios de comunicación, periodistas, ONG, políticos y figuras disruptivas internacionales, incluso, a través de la música.

En el caso de Colomba, puede ser más rudimentaria toda la estrategia de terrorismo que se aplica. Está claro que tomar el caldo de cultivo que se fermenta en el país durante tantos años por cuenta de unos líderes incapaces que se han escogido y que han sido absolutamente inferiores a la demanda de un país, es más fácil, capitalizando siglos de descontento, porque son ciertos y negarlo sería mezquino.

Colombia es un país altamente injusto, donde se ha avanzado en los últimos 22 años, pero es un impulso mediocre. No existen políticas de largo aliento, no hay estructuras que permitan contar con los elementos básicos que toda nación próspera tiene en su haber. Todo lo contrario, en el país la justicia nunca ha operado, ha sido absolutamente desprestigiada a todos sus niveles, no existe una Constitución que haga respetar la propiedad privada, libertades individuales, mucho menos el Estado. Es una Constitución que parece un cuento de hadas, que nos ha llevado a dónde estamos por ser demasiado garantistas, laxos con los delincuentes, no traza metas claras y no cimienta unas líneas de acción en pro del beneficio de los ciudadanos.

El trabajo en Colombia ha sido y será precario porque el país no es atractivo para el mundo, el cual se mueve a través de la seducción y la atracción, y cuando revisamos países como Panamá o Chile, incluso, Ecuador o México, entendemos por qué algunas empresas americanas, europeas y asiáticas deciden ir a esas naciones

Colombia ha sido un terreno muy basto para que la izquierda radical latinoamericana la quiera conquistar a través de una capitalización del descontento popular, de una ciudadanía que está alejada de las decisiones que se toman en la ciudad de Bogotá, porque son personas a las cuales no se les puede garantizar un empleo digno porque no hay empresas que la presten; la justicia no opera; y finalmente, porque no existe seguridad para garantizar que saldrán de sus casas y regresarán con vida.

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Esa es la anarquía que vemos en las últimas semanas, cuando el discurso del odio y la destrucción se toma las calles y dice que todo está mal, no propone una solución, y, por el contrario, propone destruir, luego las decisiones que hacen públicas van desde dispararse, hasta pasando por mentiras y cuentos. No hay ese deseo genuino y real de querer cambiar el país. Esa anarquía de que los populistas y demagogos lleguen al país a través de falsos postulados, de creerse mesías y salvadores, estigmatizando a todo el que piensa en contra de él, de tener bodegas en redes sociales para atacar, calumniar y destruir a quien se opone a esa forma de pensar, y desde luego, a llamar a las masas a la destrucción, señalar al Estado como el gran enemigo, como opresor que quiere matar a los más pobres y enriquecer a los más ricos.

Es una narrativa llena de mentiras y complejidades que ante un público tan ignorante como es la mayoría de los colombianos termina calando, y al ser movimientos pendulares las personas se pueden decantar por ese tipo de condiciones populistas. Se trata del que dice que hay que imprimir más billetes, establecer rentas básicas y que cree que el peso colombiano tiene la misma fuerza que el dólar y la libra esterlina.

El mayor problema es que actualmente contamos con un Gobierno muy incapaz, ingenuo, divorciado de la realidad, con un gabinete ligero, sin influencia política, y lo peor de todo, es que ha perdido toda legitimidad y respeto por parte de la ciudadanía y cuando el Ejecutivo, Legislativo y la Justicia pierden esa confianza, estamos ante un Estado fallido y lo que continua es que la anarquía llegue al poder.

Esa misma anarquía es la que hemos visto todos los días en la calle golpeando policías, agentes del ESMAD, arrastrando soldados, incendiando CAIs con policías dentro, bloqueando las vías, amenazando la acción de las Fuerzas Militares y de Policía, haciéndole mala prensa a nivel internacional para que se sientan coartadas al actuar. Han logrado el desabastecimiento de alimentos en diferentes ciudades, la muerte de personas que se encontraban en ambulancias atrapadas en los bloqueos, logrando que algunas personas mueran por cuenta de la no llegada de oxígeno represado en las carreteras y, la destrucción de transporte público en Medellín, Bogotá, Cali, entre otras grandes ciudades.

No se necesita ir a Harvard para entender que esto es una agenda clara y organizada que busca implantar un agente del caos en el poder, que busca llevar presos a quienes, de alguna manera y con muchos errores, tienen buenos resultados en una evaluación general.

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Esa anarquía hoy tiene eco sobre todo en una multitud de jóvenes que considera que el mundo les debe algo y que piensan que todo debe ser gratis. Tuvieron colegio gratis, pero quieren Universidad gratis, renta básica, no quieren hacer nada, y quieren simplemente vivir en un mundo que creen perfecto, que es el socialismo y comunismo.

Amablemente los invito a que visiten Cuba o Venezuela, hay pocos aviones que van a esos países porque a nadie le apetece más allá que ir a la isla de Fidel Castro por turismo, mientras que a Venezuela no va nadie, el objetivo es que se instalen y vivan allá, dejando Colombia que es tan nefasto para ellos. Aquí nos quedaremos luchando – aún con dificultades -, y tratando de llevar reales beneficios, más no querer regalar todo, como ellos lo están pidiendo.

Estos jóvenes que por lo general tuvieron una influencia en la academia por parte de docentes adoctrinadores para la izquierda por cuenta del peor gremio que puede tener Colombia que es FECODE – un cáncer para el país – hoy son la gran amenaza para la nación y son ellos mismos los que han instalado alcaldes en ciudades capitales, que son absolutamente un fracaso, pero todo con el fin de llevarle la contraria a lo que ellos llaman el Establecimiento.

Colombianos, la situación es muy clara y quien no quiera ver, que no vea, pero la economía muestra unos síntomas negativos. A nivel internacional la realidad es muy oscura, no es gratuito que miles de personas estén buscando irse del país porque el país transita por el mismo camino por el que empezó Venezuela y tiene los mismos agentes que causaron el cao en el país vecino, entonces es difícil que la historia no termine igual o peor.

Por lo menos los que deban o quieran quedarse en el país, que se convenzan de querer trabajar, trazar metas, sueños y logros porque vale la pena, y que votar por agentes del caos no es la solución y el cambio lo generamos entre todos. No podemos pedirle a un presidente que sea el salvador del mundo y mucho menos al Congreso.

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El cambio no se da volteando la bandera de Colombia, en embajadas tocando una cacerola a las 8 de la noche que lo que hace es llamar más miseria más allá de traer beneficios. Se hace votando y eligiendo bien, instruyéndose y no regalando el voto ni con la hoja de vida debajo del brazo buscando que el político de turno le dé un empleo, porque luego no tiene derecho a quejarse.

Ojalá que a Colombia le aplique el dicho: La hora más oscura de la noche es la que precede a la salida del sol o después de la tormenta llega la calma, y que podamos superar esto, y quienes quieren destruir tomen la opción de irse del país.

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