Una reforma que inició mal, y terminó mal… ¿Ahora qué viene?

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EDITORIAL


Nuestro editorial para el día de hoy no podía ser otro que haga alusión a la reforma tributaria fallida planteada por el presidente Iván Duque y su ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla. Era una reforma que inició mal, y todo lo que inicia mal termina mal; no hay que ser un sabio o tener distintos estudios para saber esa regla básica de la vida, y es que cuando el Gobierno de manera prepotente, soberbia y displicente decide con solo el 18 % de «mayoría» que tiene en el Congreso presentar un proyecto de semejante calibre y esperar que se apruebe sin mayor oposición, sin mayor debate o sobre todo sin mayor intervención de la política era bastante ingenuo.

Lo popular casi siempre es lo incorrecto, mientras lo correcto es absolutamente impopular. La reforma tributaria presentada tenía unos componentes beneficiosos para los estratos 1, 2 y 3, pero su comunicación desde el inicio fue perversa, la capacidad de contarles a los colombianos de qué se trataba la reforma fue nula y esto lo demuestra que fueron los estratos 1, 2 y 3 quienes terminaron protestando por una reforma, pero debieron haber protestado los estratos 4, 5 y 6, los realmente afectados.

Más allá de lo que estaba en el papel o no, esto demuestra una vez más la dificultad que tiene el Gobierno de Iván Duque y cualquier otro para presentar proyectos de gran calado, de transformación, reformas estructurales que permitan a la sociedad avanzar decididamente en corregir errores de antaño como por ejemplo que las pensiones de más de $7 millones se subsidian por cuenta de las arcas del Estado, algo completamente injusto y que la gente no sabe por simple ignorancia, o que en un país los ciudadanos tienen que contribuir todos con impuestos directos e indirectos porque es el deber, así como todos reclaman y exigen derechos también hay deberes que se tienen que cumplir; pero en Colombia parece que hay algunos que solo quieren tener derechos.

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Y es que la reforma que se ha retirado en buena hora luego de que este medio de comunicación lo había anunciado hace ocho días, tiene que ir a buscar consensos que ojalá el presidente Duque corrija y no busque a los mismos de siempre, a los mismos cinco o seis personajes de gremios que se creen con la voz cantante del país y que habla por los empresarios, cuando esto no es así. El Gobierno pocas veces ha escuchado a los reales empresarios, no a los burócratas, y no hablo de empresarios de gran talla, hay que escucharlos a todos, desde el señor que tiene una miscelánea hasta a quien confecciona, el empresario del campo, a todos.

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Fuera de eso, plantear un diálogo con los actores políticos tradicionales como Germán Vargas Lleras, César Gaviria, nos va a llevar a lo mismo; el presidente Duque debería cambiar la ecuación que se ha utilizado para concebir y sacar adelante distintos proyectos y más de esta envergadura porque tiene que estar en consonancia con la ciudadanía, tiene que estar conectado con la realidad de las personas y eso no está sucediendo.

La reforma tributaria que se elabore a partir de esos consensos que el presidente Duque ha suscitado, ojalá no sea demagógica, populista, mediocre, irresponsable, insostenible y de corto plazo porque tendríamos que hacer una reforma tributaria dentro de menos de 18 meses, algo que es un mal mensaje para los mercados internacionales. Con esta semana que terminamos de protestas y violencias, más la pandemia del coronavirus que no puede ser más mal manejada, las consecuencias económicas que traerá el haber retirado esta reforma, tenemos que ser serios y pensar que hay debates como los de seguridad nacional, de justicia y economía que no pueden estar al escrutinio público porque está comprobado que en Colombia la gente no lee ni tiene ni idea por lo que protesta. A muchos manifestantes les preguntaban por qué protestaban, y decían que por el aumento del IVA, la inflación, el covid-19, por Palestina, que porque a los pobres les iban a cobrar más impuestos cuando nada de esto era cierto.

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Hay que dar un paso más allá de la política, un paso más allá de la ignorancia, un paso más allá de la prevención. A Iván Duque como presidente le quedan menos de 14 meses, y como todos los gobernantes son efímeros siempre quedan las personas, la sociedad y el Estado, unos más maltrechos que otros, pero siempre quedará el Estado. Esa sería la consigna que todo ciudadano debería tener en su cabeza: ¿cómo en sociedad logramos llegar a unos acuerdos elementales en donde garanticemos unas finanzas públicas sanas, equitativas, unos impuestos progresivos, diferenciales, justos, en donde se crea la cultura del pago de impuesto, se genera sentido de responsabilidad, paga más quien más dinero gana, paga menos quien menos dinero gana pero todos pagan; las empresas no son las ricas, son las que generadores de empleo y de riqueza en todo el país, son las personas naturales las que son verdaderamente acaudaladas?

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Colombia no es un país de millonarios como lo han querido vender, habrá 300 familias ricas, multimillonarios serán unos doce, la mayoría de ellos residen fiscalmente en otros países. Hay que entender que la clase media no es rica, tenemos que dejar de medir la riqueza como en África Subsahariana, que es quien tenga un teléfono inteligente, un carro y una propiedad es millonario, pues no se enteran cuando vean que en Estados Unidos muy por encima de esas tres cosas las personas siguen siendo consideradas de clase media.

El Gobierno de Iván Duque debe enviar un mensaje de austeridad, de verdaderos recortes. Qué bueno sería que el presidente anunciara el recorte de las 14 consejerías presidenciales, la eliminación de los ministerios de Ciencia, Deporte, Cultura, Ambiente y Trabajo; que radique e impulse un proyecto de reducción del Congreso de la Republica y que las personas entiendan que esto es una necesidad en doble vía, donde todos están ahorrando, todos están haciendo un esfuerzo porque todos queremos llegar al otro lado de la orilla. Las consecuencias de malas calificaciones internacionales, de lo que se conoce como la deuda chatarra (junk debt), según Bloomberg dijo la semana pasada, afecta la inversión extranjera, la tasa de cambio, la inflación, el trabajo y sobre todo el crecimiento económico del país.

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