Resultan desafortunadas y destempladas las inoportunas declaraciones del gerente del Emisor, Juan José Echavarría, en la Convención Bancaria.
Por: Miguel Gómez Martínez
Si algo quedó bien diseñado en la Constitución de 1991, fue la reforma del Banco de la República. Al Emisor se le quitó la injerencia política cuando se desmontó la Junta Monetaria compuesta por ministros del despacho y se conformó una junta directiva de expertos con periodos fijos. La independencia quedó garantizada, lo que, sin duda, es una de las grandes fortalezas del manejo económico colombiano.
Resultan desafortunadas y destempladas las inoportunas declaraciones del gerente del Banco Central, Juan José Echavarría, en la Convención de la Asociación Bancaria. El directivo afirmó que la economía colombiana estaba estancada, cuestionó las metodologías estadísticas del Dane e incluso, días antes, se había atrevido a afirmar que la polarización estaba haciéndole daño a la actividad económica.
No era ni el lugar, ni el momento, ni el tono adecuado para hacer delicadas afirmaciones sobre el estado de la economía nacional. Se le olvidó que la primera característica de un banquero central debe ser la prudencia. Las palabras de cualquiera de los miembros de la junta directiva del Banco de la República tienen un peso específico muy alto. Su papel no es el de ser comentaristas de las cifras y mucho menos entrar en el campo de la política. Si el gerente o la junta tienen inquietudes, deben ventilarlas en la junta o incluso pueden llevarlas al Jefe del Estado. Pero en un evento gremial, es un grave error abrir ese debate.
El de Echavarría fue un nombramiento político. Alfil cercano de Santos desde hace mucho años, siempre fue promocionado por el anterior mandatario a diferentes cargos. Todos esperábamos que, al asumir el cargo en el Emisor, entendiera que su responsabilidad es con el manejo de la política monetaria y que dejara, a prudente distancia, sus marcadas preferencias políticas. Llama la atención que el Gerente nunca manifestó ninguna inquietud sobre el impacto económico del despilfarro de los recursos fiscales durante el gobierno anterior, ni se mostró preocupado por el nivel de crecimiento de la economía en el 2016 (2 por ciento) y el anémico 1,8 en el 2017.
Nadie desconoce que la situación actual de la economía mundial y de la colombiana es compleja. No es fácil identificar los factores determinantes y las tendencias se prestan para interpretaciones diversas. Pero la verdad es que la economía colombiana muestra un mejor desempeño que en los últimos dos años. No es un repunte espectacular, pero es mejor en crecimiento y en sus cifras básicas, a excepción del desempleo. Comparativamente, la situación colombiana no es mala. Así lo ratifican las agencias calificadoras de riesgo internacionales.
Hicieron bien el Ministro de Hacienda y el de Comercio, Industria y Turismo en recordarle su lugar. Carrasquilla afirmó respecto a la intervención del Gerente: “se violenta una de las mejores prácticas de los bancos centrales, que es limítese a hablar de la política monetaria en público, y discuta todas las facetas de la economía y de la sociedad internamente”.
Nunca, desde el año 1991, habíamos presenciado una intervención tan abierta en el tema político del banquero central. Hay tradiciones que hay que respetar. Se extraña la elegante discreción de Miguel Urrutia o la serena templanza de Jota Uribe. Al Gerente del Emisor se le olvidó aquello de ‘la prudencia que hace verdaderos sabios’.