La sangre de Eliécer Santanilla clama por Justicia

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A Eliécer no lo dejaremos olvidar. Puede que el sistema judicial colombiano deje que el confeso criminal camine tranquilo por Armenia, visitando a sus amigos y celebrando el quitar del camino de los corruptos a un periodista molesto.


Por: Wilmar Vera Z.

Hace ocho meses fue asesinado el periodista quindiano Jorge Eliécer Santanilla. Han sido 226 días sin que su esposa y su hijo, su madre, hermanas, amigos, allegados y admiradores no contamos con su voz grave, su risa estruendosa y su energía inagotable.

En 2021 fueron asesinados 20.419 colombianos, una cifra que suma a los 520.000 fallecidos que nos dejó ese periodo, demostrando que la violencia es uno de los factores que más abundan en nuestro país.

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Eliécer Santanilla

Eliécer fue un personaje querido y odiado por igual. Como todos, con luces y sombras, porque fue humano, muy humano. Su vida fue ejemplo de deseo de exprimir al máximo cada día y acción, buscando degustar la última gota de la existencia; y aunque segado joven, su existencia fue frenética, como recordándonos que sólo vale el aquí y el ahora. El mañana es una ilusión que puede nunca llegar.

Las personas que conocimos a Eliécer lo recordamos por su humor ácido, sus efervescentes proyectos y su incansable ánimo. Por supuesto también tuvo sus ángulos oscuros, como el ser poco común y menos aún corriente que era; actividades normales para millones de personas que buscan en múltiples sustancias la eficiencia que exige la frenética vida moderna.

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Tuvo amigos y quien hace algo, se gana enemigos. De los primeros, podemos dar fe que fue leal a nosotros, sacrificando hasta su bienestar por ayudarnos, que siempre tuvo tiempo para invertirnos y que nunca se negó a escucharnos o aconsejarnos. Fue mejor amigo de sus amigos y aunque a veces se rodeaba de silencio, su ausencia nunca fue olvido, más bien coincidía con su vida borboteante y frenética, en el que 24 horas eran insuficientes para un hombre acostumbrado a estirar los días y los minutos hasta el máximo.

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Tuvo enemigos, claro. Sólo a los grandes y decididos los mediocres les tiran piedras y tratan de hacerle -desde su pequeñez- sombra. Porque no podían luchar cara a cara, como debió ser, desde el anonimato cometieron sus felonías y hasta inventando perfiles en redes sociales atacaron tanto a él y como a su familia. Su crimen está enraizado en ese grupo que temeroso de ser descubiertos, como lo había ya delineado con las denuncias periodísticas hechas semanas antes de ese fatídico diciembre.

A Eliécer no lo dejaremos olvidar. Puede que el sistema judicial colombiano deje que el confeso criminal camine tranquilo por Armenia, visitando a sus amigos y celebrando el quitar del camino de los corruptos a un periodista molesto. La calle por dónde camine, el trabajo que ejecute, la vida social que goce, su felicidad exhibida es y será una bofetada para los que reclamamos justicia y nos duele su precoz y violenta partida.

Cristian Buitrago le quitó la vida a un hijo, a un hermano, a un esposo, a un padre, a un profesional, a un amigo, a un soñador, a un humano grande y valioso. Su sangre clama al Cielo, como dice la Sagrada Escritura, y si no es ante la Justicia de los hombres que se haga pagar a los culpables, que sea la Divina la que equilibre las cargas, que la sangre y las lágrimas derramadas alcancen por fin el consuelo que calme el dolor que nos deja su ausencia.

Ñapa: Una semana del Castro chavismo en la Casa de Nariño y lo único claro es que la derecha no sabe hacer oposición: infantiles, desenfocados, mendaces. Dan lástima. Aunque el ex general Zapateiro haga encuestas entre sus compinches preguntando si están de acuerdo con un golpe de Estado contra el “gobierno y el congreso de izquierda”.

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Dice la Corte Constitucional: “Como consecuencia de lo anterior, por una parte sólo el Estado puede poseer fuerzas armadas y, por otra, sólo él puede administrar justicia. Lógicamente, de acuerdo con este argumento, carecen de legitimidad los llamados grupos de autodefensa armada, por cuanto en realidad constituyen un paramilitarismo, incompatible con la estructura del Estado de Derecho.

Tanto las fuerzas armadas -incluyendo en éstas a la policía y a los organismos de seguridad-, como los tribunales y juzgados, son instituciones políticas que hacen parte del poder público; su formación, estructura, funciones y, en general, su organización básica, deben estar debidamente consagradas en la Constitución. Por otra parte, el Estado no debe tolerar la existencia de grupos o sectores armados por fuera de los ejércitos regulares y demás instituciones oficiales de defensa. La existencia, pues, de grupos paramilitares o de autodefensa, o de cuadrillas armadas, implica una amenaza contra la estabilidad institucional y un desconocimiento del Estado de Derecho”.

Ver también: https://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/1995/c-009-95.htm#:~:text=El%20que%2C%20con%20el%20prop%C3%B3sito,cuatro%20meses%20a%20dos%20a%C3%B1os%22.

Zapateiro quiere pasar de matón corrupto con uniforme militar a matón golpista. Un delito por el que sí puede pagar cárcel.

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