Dentro de todas las complejidades que tiene la vida siempre he sido un convencido de que cargar con problemas que el Estado debería de atender, al ser su responsabilidad y obligación constitucional, es injusto, pues en Colombia el Gobierno no te permite defenderte, las leyes hoy están al servicio de quienes las rompen, las normas son violadas constantemente por criminales a quienes se les paga para que no delincan.
Por lo menos este año vemos cada vez más se incrementan el número de delitos: robos, extorción, homicidio, etc., y esto se ve reflejado en las principales ciudades del país, y como las personas ya tienen miedo de salir de sus casas porque les van a robar o las van a matar. Esto se nos ha convertido en un martirio en los últimos ocho años, pues como todo avanza en la vida, ya los ladrones han avanzado en sus maneras de llevar a cabo estas actividades y han hecho que hoy en día quienes tengan miedo sean los ciudadanos de bien.
Vivir con miedo aumenta el estado mental de las personas
De manera que es sumamente grave el panorama que hoy tenemos en nuestro país, y me parece aún más preocupante el estado mental al que están sometiendo a las personas: no puedes utilizar tu celular en la calle, salir con tu perro, no puedes ir con el vidrio abajo, no te puedes sentar en las mesas de afuera de un restaurante, no puedes ni estar en tu casa porque te pueden secuestrar. En los últimos hemos visto que en Bogotá no puedes ir a los cerros a una caminata porque terminan secuestrando. Es honestamente impresentable toda esta situación.
En esta columna no me voy a dedicar hablar de las ausencias de cárceles, de una reforma a la justicia desde hace más de 10 años, porque ya lo hecho en otros artículos, pero sí quiero hacer una reflexión. Cuando un colombiano va al exterior y a un país del primer colombiano y ve una calle sola, ¿qué siente?
Todas esas percepciones de inseguridad nos la ha inculcado Colombia, país que ha hecho que seamos un lugar hostil y donde la criminalidad es la que manda, y si fuera poco, hace unos días decidimos abrir las puertas para que personas de otros lugares vengan aumentar nuestros números de delitos, pero no se puede decir nada porque es políticamente incorrecto.
La tranquilidad vale mucho, o más bien, no tiene precio y en Colombia no hemos conocido un solo día de tranquilidad. Como quisiera uno salir sin temor y tener una familia que no corra tantos peligros como sucede en nuestro país, pero esto parece imposible.
Conversando con personas en el exterior dan cuenta como cambia la vida pudiendo entrar y salir a cualquier hora de la casa, ir hacer ejercicio, caminar con el perro, ir con el vidrio abajo. Colombia nos priva mucho, nos deja unos daños mentales muy graves y unas secuelas que algún día tendrán que calcularlas.
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