Aunque idea impopular, las personas naturales deben pagar más impuestos en Colombia

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No me cansaré de repetir una y otra vez que, en los temas tributarios, económicos y de seguridad, hay que hacer lo correcto, responsable y sostenible, no lo popular, lo que la gente quiere escuchar.


Por: Andrés Gaviria Cano

Un impuesto siempre será incómodo para una empresa o persona, quizá sí me remito a la conciencia interna de las personas algunos dirán que es injusto que un Estado llegue y pida dinero por lo que has trabajado, por los dividendos que te ha dado una inversión, y estoy de acuerdo, sin embargo, los impuestos hacen parte de una serie de obligaciones que tenemos como ciudadanos y que permiten que una sociedad funcione a través de la inversión que hace el Estado que nos gobierna, que es algo que no podemos controlar ni cambiar.

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Existirán muchas vías para evadir y eludir impuestos, pero entraríamos en un terreno moral y ético donde valdría la pena analizar por qué nos cuesta tanto aceptar unas realidades que están por encima de las intenciones y de los gustos personales a los cuales nos tenemos que adaptar.

En ese contrato social que firmamos implícitamente cuando hacemos parte de una sociedad, aceptamos muchas cosas, como leyes y normas básicas de convivencia que permiten una armonía. Dentro de todo ese espectro que puede sustentar un pacto de solidaridad, sostenibilidad y entendimiento, también está una línea económica sumamente importante.

Los impuestos han sido creados, no sólo para el sostenimiento de todo un Estado y lo que conlleva, sino para una redistribución de la riqueza, para poder financiar proyectos de inversión en distintos frentes como, educación, salud, infraestructura, deporte, entre otros, de manera que la contribución que hacemos a las arcas estatales deberían estar acompañadas de una relación recíproca en términos de transparencia, eficacia en la inversión y responsabilidad con las finanzas públicas, para que el ciudadano entienda la importancia de pagar impuestos y vea reflejado su dinero en obras, desarrollo, beneficios, en una ciudad con buena infraestructura, seguridad y una justicia que funcione.

Los impuestos son tan necesarios, que a través de ellos podemos obtener – dependiendo el país – diferentes beneficios sociales para impulsar sectores económicos, mantener una soberanía y apostar por un país competitivo y productivo donde el sector privado tenga mayor responsabilidad, el Estado no estorbe y ayude a lograr dichas metas.

En Colombia siempre hemos ido en contravía de lo que debe ser la naturaleza, de pagar impuestos y su distribución, y es que las personas quieren en los últimos años ver un portafolio amplio de beneficios sociales, pero tampoco quieren pagar impuestos, y no se preguntan, ¿de dónde salen los recursos?

Podríamos remitirnos a la idea de Gustavo Petro de imprimir billetes, pero está comprobado en decenas de países, que eso no funciona, lo que hace es empobrecer a las personas, pero hay que entender desde una forma racional que un gasto de aseo urbano o rural, el funcionamiento de la Policía, Ejército, justicia, sectores educativos, medio ambiente o conservación del Patrimonio, nacen de los impuestos.

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Los impuestos indirectos en Colombia como el IVA en teoría todos los pagamos, aunque el Gobierno actual ha decidido devolver una parte a un sector de la población, cosa con la que estoy profundamente en desacuerdo. Soy creyente de un impuesto plano a absolutamente todos los productos, bienes y servicios, pero un impuesto que sea bajo – no del 19% como lo tenemos ahora – sino un IVA diferencial de tres clases: IVA mínimo de 5%, otro de 7% y un máximo de 10%, clasificándolo según ese segmento del bien, producto o servicio que se va a gravar.

El impuesto directo es el que se le cobra al ciudadano sobre sus ingresos, dividendos o rentabilidad. En el país eso no ha sido popular y nadie se atreve a reformarlo. Se tiene una ecuación donde aproximadamente el 30% de la población paga impuestos para mantener al 70% restante, y las empresas pagan más que las personas cuando no debería ser así. Las empresas no son las ricas, son las personas las que tienen los grandes recursos y Colombia carga con el lastre de ser el país con la tasa impositiva corporativa más alta de toda la OCDE, de manera que eso no es atractivo para las empresas locales e internacionales, no incentiva la inversión, no contribuye a mejorar la productividad y competitividad del país, no fomentan la creación de nuevas inversiones y quedamos rezagados al compararnos con vecinos de la región que pueden ser mucho más atractivos para esa inversión.

Se debería empezar a entender que ese impuesto a las personas naturales a través de un de una renta tiene que aumentar en su base gravable. Ningún ministro o presidente se atreve a hacerlo y menos este año con el estallido social que se produjo por la primera fallida reforma tributaria, no obstante, es necesario que las personas entiendan – si es que no entienden o se hacen los desentendidos – que declarar renta no es pagar.

Personalmente considero que toda persona que gana más del 30% de un salario mínimo debería pagar un impuesto de renta, porque el impuesto sería diferencial, una persona fácilmente puede pagar un impuesto al año equivalente a 25.000 o 30.000 pesos. Se trata de un compromiso con el país, genera sentido de pertenencia, aporta la democracia y contribuye a un sistema fiscal sólido y que no requeriría reformas tributarias cada año y medio como ha pasado en Colombia.

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Las personas pueden hacer un esfuerzo, a veces dejar de comprar pólvora, un equipo de sonido, gastárselo en trago, apuestas o en otro tipo de gastos inoficiosos y pagar una sola vez al país un impuesto directo pequeño, y de acuerdo con los niveles de ingresos que vayan siendo superiores, ir pagando más y eso, insisto, tiene un beneficio ético. También se podrá tener un Estado fuerte a nivel fiscal, que retribuirá de mejor manera esa inversión que el ciudadano está haciendo, ya que por un monto mínimo esa persona podrá seguir teniendo acceso a escenarios deportivos, educación gratuita, un sistema de salud, de pensiones y otros beneficios necesarios, pero las personas en Colombia no ven más allá metro y medio de la nariz y creen que es imposible pagar más impuestos.

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Sobre el impuesto a la riqueza, en América Latina hay tres países que cobran estos impuestos. En Estados Unidos se ha hablado mucho de ellos, del impuesto a los megaricos, pero lo cierto es que no hay nada más importante que la libertad económica. Países como Colombia, Uruguay y Argentina, que tienen ese impuesto a la riqueza, que en nuestro país inició como el impuesto de guerra, puede ser razonable tenerlo sobre la mesa siempre y cuando se aplique a los reales grandes patrimonios y no sean impuestos que espanten dichas riquezas y las llevan a paraísos fiscales.

No se puede vender como como un impuesto confiscatorio, sino como una contribución adicional que ciertas personas harían para el beneficio del país y el Estado podría buscar también entregarles algunas líneas de exención o beneficios en asuntos que les puedan ser importante. Creo mucho en la negociación y en la capacidad de diálogo entre los grandes capitales y el Gobierno, pues los dos se necesitan y les conviene que al país le vaya bien.

Para concluir, las personas en Colombia han hecho que nuestro país sea uno de los de la OCDE donde se le cobra menos impuestos a la renta de personas naturales, el promedio de los países de la OCDE recauda más del 8% del PIB por impuestos a través de la renta de personas naturales, pero en Colombia ni siquiera llegamos al 2%, un dato muy diciente que tiene que invitar a cambiar de una vez por todas nuestro sistema de impuestos.

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