¿Por qué el sistema tributario colombiano es confiscatorio?

Altas cargas fiscales, reformas constantes y desventajas competitivas han convertido la tributación en un obstáculo para el desarrollo económico del país.

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El reciente debate sobre el sistema tributario en Colombia ha dejado en evidencia una verdad incómoda: este es excesivamente confiscatorio, insostenible y está lejos de fomentar el desarrollo económico. El caso de Radamel Falcao García, reconocido astro colombiano, es solo un ejemplo de cómo las cargas fiscales exorbitantes afectan tanto a figuras públicas como a ciudadanos comunes. La visión de un país que castiga tributariamente a quienes producen riqueza no solo desalienta el talento local, sino también aleja a posibles inversionistas.

De cada 100 colombianos, apenas entre el 20% y el 30% está realmente informado sobre la situación del país. El resto, lamentablemente, está distraído con contenidos banales, lo que dificulta un verdadero cambio en la percepción del sistema tributario y su impacto. Casos mediáticos como el de Falcao permiten llamar la atención sobre el problema, pero no son suficientes para movilizar un cambio estructural.

El sistema tributario colombiano puede describirse como una colcha de retazos mal hecha: desordenada, ineficiente y absolutamente insostenible. Tanto así que el país se ve obligado a hacer reformas tributarias cada año y medio. Esta constante inestabilidad fiscal genera desconcierto en el ámbito internacional. Los inversionistas, al observar este panorama, lo interpretan como una señal de inseguridad jurídica, desalentando nuevas oportunidades de negocio.

En Colombia, la tributación efectiva para las empresas puede alcanzar hasta el 70%, una cifra escandalosa para un país que no garantiza seguridad, justicia ni infraestructura. Este contexto no solo pone en desventaja a las empresas nacionales frente a las internacionales, sino que también fomenta la evasión fiscal y la migración de capital humano y financiero.

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Un punto clave es la narrativa política que perpetúa la idea de que “los ricos no pagan lo suficiente”. Sin embargo, la realidad es otra: Colombia cobra demasiados impuestos a las mismas personas y empresas de siempre, que representan menos del 20% de la población. Este desbalance no solo afecta a los más adinerados, sino también a la economía en general.

Los datos respaldan esta afirmación. Año tras año, personas con altos ingresos abandonan su nacionalidad o residencia fiscal colombiana para establecerse en países como Panamá, Estados Unidos o incluso paraísos fiscales como Mónaco, Bahamas o Islas Caimán. Estas decisiones no son producto de la casualidad, sino de un sistema que parece expulsar a quienes tienen capacidad de contribuir al desarrollo del país.

El camino hacia un sistema tributario justo y eficiente requiere valentía política y la capacidad de dejar de lado el populismo que ha frenado las reformas necesarias. En primer lugar, es crucial reducir los impuestos corporativos, eliminar las excesivas regulaciones y simplificar el sistema. Esto no solo incentivaría la inversión, sino que también haría a Colombia más competitiva en el ámbito internacional.

Asimismo, es fundamental ampliar la base gravable de las personas. La Constitución exige que los impuestos sean progresivos, lo que implica que todos deben contribuir de acuerdo con su capacidad. Incluso quienes ganan el salario mínimo deberían pagar una contribución simbólica, promoviendo una cultura tributaria más equitativa. Al mismo tiempo, quienes obtienen mayores ingresos deben aportar proporcionalmente más.

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