Sociedades vacías

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Ganó el estilo de vida superficial, de las apariencias, del qué dirán y cómo me ven. No se trabaja todos los días para vivir de una mejor manera y alcanzar logros personales, sino para hacerse a un espacio en la sociedad.


Por: Andrés Felipe Gaviria

Los procesos ordinarios de toda persona nos podrían llevar a pensar que dentro de todas las dificultades que tiene la vida, con algo de responsabilidad, suerte y rectitud, cualquiera puede alcanzar mínimos de vida aprobables y tranquilos, teniendo como base un buen estado de salud, que al final y al cabo, es lo que determina nuestro tiempo de existencia en la tierra. Esta columna la escribo a más de 42 mil pies de altura, robándole tiempo a un vuelo largo, pero en el que sentía la necesidad de plasmar ciertas impresiones que he recolectado hace tiempo, y que, aunque no me quise dejar llevar por los primeros sucesos, debo aceptar que se convirtió en una realidad innegable.

El afán, estrés, enfado, odio, rabia, envidia, hipocresía y deslealtad, le están pasando factura a la sociedad cada vez con más constancia y severidad. Las transformaciones de generación en generación son reales, quizá por naturaleza inaplazable y necesaria por los misterios de la vida. Por eso y en tal virtud, hoy nos encontramos con que ciertamente la población mundial se está envejeciendo, en algunas partes como China si gustan de reproducirse a diario sin parar, pero cuando observamos casos como Europa, EE.UU y una buena parte de Latinoamérica, se evidencia que las parejas jóvenes no están dispuestas a tener hijos por lo menos, hasta los 38 o 40 años, y eso en los casos que quieren, porque también existe un rasgo grande que dicen no tener ningún interés por reproducirse.

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Hoy las mujeres son más visibles en el mundo, han logrado figurar en las altas esferas de la política, economía, deportes y entretenimiento. Piden siempre igualdad en asuntos como salario y oportunidades, luchas antagónicas justas, que hoy están dando frutos. Sin embargo, hoy en el plano de lo terrenal, tenemos parejas que compiten entre sí; quién gana más, quién compra más, quién es más inteligente, quién estudia más, quién aporta más. Lo anterior es una de las razones para que el asunto de los hijos quede en un tercer y cuarto plano, al que nunca se llegará. No quieren dejar de viajar, estudiar, trabajar y buscar su beneficio propio a través de la libertad. Un hijo, hoy en día, supone una restricción total a lo anterior.

En los grupos familiares que tienen hijos pero que también vienen con un ritmo de vida alto, sucede que en muchos casos “el hijo tiene que nacer con todos los juguetes”. Por eso, buscan por cielo, mar y tierra que su hijo tenga todo de la mejor marca, los mejores accesorios, se le dé todo en abundancia y puedan posar ante la sociedad como una pareja real. Les parece terrible y catastrófico tener que pensar en matricular a su hijo en un colegio público o uno privado que no cueste más de $1’300.000 el mes. Aun cuando no lo tengan para pagar, se basan en justificaciones absurdas para correr con ese gasto. El niño tiene 8, 9 o 10 años y ya le han comprado un computador Apple (cuando ni saben sacarle todo el provecho), Apple Watch, la última consola de video juegos, todas las camisas de fútbol que quiera, el juguete de moda, la mejor marca de ropa, gafas de marcas internacionales, entre otra clase de banalidades. ¡Felicitaciones! Otro niño matriculado en el mercantilismo voraz de la actual sociedad. No saben el daño que están haciendo.

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Colombia es un pueblo grande; un país con terrible calidad de vida, con una pequeña sociedad que se cree noble, políticos con ínfulas de monarcas, ladrones de cuello blanco, delincuentes que actúan todos los días sin control, y aun así, algunos creen que son el ombligo del mundo. Las revistas de farándula ya son prácticamente gratuitas o te las entregan en aviones, salas de reuniones y otros escenarios para ver si la lees, aunque sea de reojo. Fotos de cumpleaños, cócteles, fiestas, eventos y toda clase de lagartería barata, que se esconde y planea desde quien vive todo el día en función de la figuración en medios para hacerse ver, querer u odiar por la sociedad. Las redes sociales son toda una galería de los mejores momentos, todos son felices y viven de lo mejor. Nada más falso e hipócrita.

Lamentable que por marcas de ropa, el tipo de tu coche, la vivienda que tienes, el lugar en que vives, dónde estudiaste, a dónde viajas, dónde cenas y cuánto gastas mes a mes, la sociedad te valore. Peor que eso, que tú creas que por lo anterior es que vales para el mundo.

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