miércoles, diciembre 6, 2023

Somos un país, no somos bandos

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Por: Juan Camilo Botero – CEO/Founder Glasst, Innovation Company

Estamos pasando por un momento difícil para todos. Cuestionamientos entre colombianos que nos radicalizan en corrientes políticas que ni comprendemos cómo funcionan hoy, porque ya no tienen coherencia, ni foco, sino que funcionan por conveniencia.

Hoy salen jóvenes y adultos de diferente pensamiento a protestar por la desigualdad social y son criticados por otros sectores que consideran la forma de protesta incorrecta para un cambio: en ambos casos en los que marchan y protestan y en los que piensan que no es la forma el punto en común es la falta de información y de evidencia tanto para protestar como para opinar. Esta polarización nos lleva en ambos casos a disminuir las voces de ambas corrientes hasta que se genera una sola opinión y cualquier opinión diferente para unos o para otros es disonante, obligándonos a expresarnos más radicalmente o a callarnos.

Muchas veces la información que necesitamos para entender lo que pasa, que las personas entiendan de dónde viene realmente la desigualdad social, comprender dónde está la corrupción del Estado y cómo podemos generar un cambio lógico llega a nosotros tergiversada por políticos oportunistas, personajes de izquierda y derecha usándola para promover ideologías convenientes y pescando en río revuelto, pensando solo en las próximas elecciones. Hoy, los responsables de lo que pasó en Colombia en los últimos 100 años ya son historia, pero el futuro es NUESTRO. Entonces, si en nuestras manos está cambiarlo tenemos que empezar por entender que herramientas tenemos para poder tener un futuro prometedor, de más igualdad, de libertad económica, de estudiantes preparados, docentes de primaria, secundaria y universidad que preparen a nuestros jóvenes con conocimientos de primer mundo y no con cátedras desactualizadas y sesgadas por corrientes políticas que ya no encajan con lo que es el mundo hoy.

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Decidamos cambiar el Congreso, el Senado, los concejos y las asambleas, decidamos ejercer nuestra primera herramienta que es el voto. Votemos no por los mismos, digamos adiós a Uribe, Petro, Vargas Lleras, Gaviria, Roy, Robledo, Benedetti, Macías, entre otros. Busquemos que el único órgano capaz de generar leyes sea un órgano con personas preparadas y con visión de país unido, productivo, y con capacidad de llevar a los colombianos a ser ciudadanos del mundo.

Como sociedad colombiana tenemos que frenar tajantemente el discurso intolerante, debemos tener orden y seguridad por parte del Estado y que los derechos de unos no opaquen los de otros. La protesta no puede convertirse en disturbio, hemos avanzado en tiempo y educación más de 60 años desde que Martin Luther King dijo algo similar, pero en pleno Siglo 21 no podemos caer en la trampa de que las ideas tienen que respetarse antes que las personas. No estamos en una sociedad para imponer, sino en la sociedad donde tenemos que entender al otro. Separar las ideas de la identidad individual y estar abiertos a poder cambiar de forma de pensar porque posiblemente un buen debate nos dé argumentos de peso, reales y tangibles que nos muestren otro punto de vista y nos lleva como humanos a encontrar un consenso que es un terreno común así sea un terreno pequeño y delgado.

Un espacio donde el conflicto y diferencias no han desaparecido, pero nos da la plataforma de escucharnos y nos humaniza el dialogo. No descartemos opiniones sin que podamos aprender de ellas, debatamos para aprender y tener un mayor entendimiento de las ideas de los otros y de las nuestras. ¿Será que no vale la pena incomodarnos y escuchar otro punto de vista para entender mejor la situación? ¿Será que como colombianos podemos pensar que somos un país y no indígenas, blancos, negros, ricos, pobres y que este país es de todos? ¿Podemos dejar ese dicho del vivo vive del bobo? ¿Podemos realmente construir país inventando, creando, dejando huella en el mundo? ¿Será que podemos dejar de pensar que matar a alguien es normal? Seguramente lograremos construir el país que soñamos cuando encontremos nuestro terreno en común y las personas se respeten antes de aplastarlas por sus ideas e ideales.

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