Por: Miguel Gómez Martínez
Como “el mayor desfalco en la historia de Colombia” calificó el Contralor General de la República el caso de la refinería del Caribe (REFICAR). El estimativo de sobrecostos asciende a la impresionante cifra de 17 billones de pesos. Se abrió juicio de responsabilidad fiscal a 47 personas que próximamente empezarán a rendir versiones ante el ente de control.
Pero lo más llamativo de este descalabro es que en los órganos directivos de Ecopetrol y de Reficar ha estado lo más granado de la tecnocracia colombiana. Difícilmente se reúnen tantos pomposos cartones de las más prestigiosas universidades mundiales. Hay gente con experiencia que posan de expertos en todos los temas económicos, financieros y energéticos. La única pregunta que nos hacemos es cómo manejan en las Juntas esa impresionante colección de egos.
Pues toda esa sabiduría de poco sirvió para prevenir y corregir un rosario de equivocaciones. Faltó visión y claridad, pero sobretodo no hubo carácter para advertir el desastre. Como buenos tecnócratas fueron incapaces de entender la dimensión política del problema y prefirieron ignorarla. Tendrán que experimentar las consecuencias de su falta de manejo. Tal vez creyeron que su prestigio no sufriría, que sus hojas de vida no se afectarían o que sus apellidos los protegerían. Ahora pasarán a la historia como los protagonistas de una mega tragedia financiada con recursos públicos.
Lo más triste del incidente es que todos los prestigiosos expertos buscan excusar su ineptitud. Cada uno tiene su tesis sobre lo que aconteció buscando desviar su responsabilidad. Intentan convencernos que, a pesar del derroche de recursos, REFICAR es un buen negocio para Colombia. Han olvidado que los dineros públicos no sólo son sagrados sino que hay que utilizarlos con prudencia y economía. Las explicaciones no son excusas y los colombianos esperan que en esta ocasión la Contraloría y las demás entidades judiciales no pasen de agache. Ojalá haya consecuencias reales y se dejen en claro cuáles son los verdaderos responsables de este desastre.
Tal vez la mayor lección que el país debe aprender es que no debemos volver a endiosar a tecnócratas que se creen superiores a todos y que creen que el país les debe rendir pleitesía pues son infalibles. Quedó demostrado que son capaces de la mayor chambonada de la historia empresarial de nuestro país.