Por: Alberto Bernal
Mi abuelo, Jorge Bernal Tirado, era un tipo muy cuadriculado, según me dicen algunos familiares. No lo recuerdo así. Lo recuerdo como un abuelo muy cariñoso que me llevaba a los Tres Elefantes de la Soledad en compañía de mis primos y hermanos para comprarnos muñequitos de Popeye y paletas. Lo que sí es inequívoco es que mi abuelo era un berraco.
La familia de mi abuelo no tenía donde caerse muerta, y el abuelo solo pudo comenzar a estudiar medicina gracias al esfuerzo de unas tías que empeñaron todo lo que tenían. De ahí en adelante, gracias a esa mente prodigiosa que tenía el hombre, estudió becado toda su carrera de medicina y luego viajó a México a especializarse en cardiología. En la cúspide de su carrera fue médico de cabecera de la Casa de Nariño. Murió muy joven de tanto trabajar y por culpa del estrés en el que vivía. Mi tío, Miguel Otero, siempre me dice que el abuelo nació en el lugar equivocado, “él estaba enchapado para vivir en Londres, donde la gente llega a tiempo a las citas”.
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El ejemplo del abuelo pasó directico a mi padre, que también murió muy joven de tanto trabajar y por culpa del estrés, y le llegó sin desvío al que escribe esta columna. En mi familia extendida no existe la palabra derecho, solo existe la palabra responsabilidad y el sentimiento de gratitud ante todo lo que nos da la vida. En mi familia extendida no hay un solo mantenido, solo gente que se levanta a trabajar de sol a sol para alimentar a su familia y contribuir al bien de la sociedad. Nadie vive del estado. Pura gente echada para adelante que no le pide nada al gobierno diferente a seguridad y que nos dejen trabajar en libertad.
Pero me queda muy claro que los valores que caracterizan a nuestra familia inmediata cada vez son más ajenos a esta “nueva sociedad” de gente empoderada que exige que se respeten sus “derechos”. Que el derecho a la educación gratis, que el derecho a la salud gratis, que el derecho a la vivienda gratis, que el derecho a la renta mínima gratis, que el derecho a la pensión gratis…El derecho a “vivir sabroso” como dicen ahora el candidato Gustavo Petro y su fórmula vicepresidencial Francia Márquez.
La sociedad colombiana ha cambiado radicalmente en 30 años, y para bien. La pobreza extrema en Colombia era de 50% en 1970, hoy es el de 7%. Todos los días se venden 700 casas nuevas en el país. Esos avances se deben a la tenacidad de unas generaciones que han trabajado sin descanso y a pesar de tanta adversidad para lograr dejarle un mejor país a sus hijos. El “vivir sabroso” es un insulto al esfuerzo de nuestros antepasados. Ojo con el 2022.
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