El maltrato verbal que recibió Laura Sarabia por boca de Armando Benedetti debe servir como un llamado de atención y una oportunidad para reflexionar sobre la verdadera naturaleza de la solidaridad de género.
Por: Luís Alonso Colmenares Rodríguez
No la conozco porque nunca en mi vida la he visto de manera personal. Me refiero a Laura Sarabia, la exjefa de gabinete del gobierno del presidente Petro. Pero eso no me impide asumir una defensa de la señora Laura ante el trato humillante y vulgar que recibió por parte de Armando Benedetti, según consta en los audios que fueron conocidos por la opinión pública.
Pero tan humillante es la andanada vulgar de Benedetti como ensordecedor es el silencio de quienes han liderado las causas feministas.
Esa actitud de silencio de los colectivos y activistas defensores de los derechos de las mujeres y los movimientos feministas nos ha dejado perplejos; aunque en medio de amenazas y acusaciones, Laura Sarabia ha demostrado una fortaleza admirable.
El maltrato verbal recibido también deja en evidencia una triste realidad: la selectividad de la solidaridad de género; en un momento en el que parecía ser una prioridad esa lucha por la igualdad de género y el respeto a las mujeres.
Bajo ninguna circunstancia se pueden justificar expresiones humillantes y denigrantes tales como «No vales nada», «te has portado como una mierda conmigo», «tú no sabes un culo», «se ha portado como una hija de puta después de todo lo que yo hice por usted», «imbécil», «¡usted está allá por mí, hija de puta, por mí!», «idiota», «estúpida», «¿me estás usando, hija de puta?, «pendeja», que son pocas del sartal de expresiones que le soltó el patán de Benedetti.
Es inaudito que, ante un claro caso de violencia verbal hacia una mujer, no se haya levantado ni siquiera una mínima manifestación de solidaridad por parte de quienes se autoproclaman defensores de los derechos de las mujeres. ¿Dónde está la bancada femenina del Congreso de la República? ¡Absolutamente inaceptable!
En una sociedad que clama por la igualdad y el respeto hacia las mujeres, resulta desconcertante que las voces que suelen alzarse con rapidez para denunciar cualquier manifestación de machismo y violencia de género se mantengan en silencio frente a este caso.
Actitud de doble rasero, aplicando la solidaridad de género cuando conviene, cuando se trata de casos mediáticos, o cuando se ajusta a una narrativa preestablecida. La lucha por la igualdad de género debe ser constante y transversal, no puede ser selectiva ni sujeta a intereses particulares.
¿Dónde está la coherencia cuando no se levantan en defensa de una mujer que ha sido víctima de violencia verbal y humillación tan rastrera?
La solidaridad de género no puede ser una herramienta manipulable y oportunista. La violencia y el maltrato hacia las mujeres deben ser condenados en todas sus formas, sin importar quién sea la víctima o quién sea el perpetrador. No podemos escoger cuándo nos indignamos y cuándo guardamos silencio. La lucha por la igualdad de género es una lucha constante, y no podemos dejar atrás a ninguna mujer que haya sido víctima de cualquier forma de violencia.
Es necesario recordar que la solidaridad no tiene fronteras ni condiciones. La defensa de los derechos de las mujeres y la lucha contra la violencia de género deben ser un compromiso inquebrantable para todos. No podemos permitir que la voz de una mujer maltratada sea silenciada o minimizada por conveniencias políticas o agendas ocultas.
Es hora de que los colectivos y activistas defensores de los derechos de las mujeres y los movimientos feministas den un paso al frente y demuestren que su lucha es genuina y sin dobleces; no es seleccionando a quién defender y a quién ignorar. Cada mujer que sufre violencia merece apoyo y solidaridad, sin importar quién sea ni el contexto en el que ocurra.
El maltrato verbal que recibió Laura Sarabia por boca de Armando Benedetti debe servir como un llamado de atención y una oportunidad para reflexionar sobre la verdadera naturaleza de la solidaridad de género.
Por otra parte, ese claro machismo de Benedetti, sobre todo con los débiles, le llegará hasta el día que alguien lo ponga en su sitio con un puño en la nariz para que se acuerde el resto de su vida cada vez que se mire en el espejo.
Y como dijo el filósofo de La Junta: Se las dejo ahí…
Del mismo autor: Los derechos humanos de sirvientas y magistrados