Han pasado tres semanas desde que el Papa Francisco ingresó en el hospital Gemelli de Roma para tratarse una grave doble neumonía, una enfermedad que ha golpeado con fuerza su ya frágil salud.
La lucha del Papa Francisco contra la neumonía: un camino incierto hacia la recuperación
El camino hacia la recuperación del Papa Francisco parece ser incierto y arduo, según varios expertos médicos que no están involucrados en su tratamiento pero que han ofrecido su opinión sobre su estado.
“He visto pacientes que han permanecido hospitalizados durante meses en situaciones similares. Claro, hay posibilidad de recuperación, pero las probabilidades de un desenlace negativo son altas”, expresó el profesor Christoph Lange, secretario general de la Unión Internacional Contra la Tuberculosis y las Enfermedades Respiratorias, quien sugirió que lo mejor sería dejar al Papa descansar el tiempo necesario para una recuperación completa.
Desde su ingreso, el Vaticano ha mantenido a la opinión pública informada a través de boletines médicos diarios, proporcionando detalles antes inéditos sobre la evolución de la salud del pontífice. Esta apertura ha sido considerada un avance, dado que tradicionalmente la Iglesia ha sido reservada con respecto a la salud de sus líderes.
El jueves 6 de marzo, los médicos que siguen de cerca el estado de Francisco informaron que, debido a su estabilidad clínica, se saltarían el boletín del viernes, programando el próximo para el sábado. No obstante, reiteraron que el pronóstico del Papa sigue siendo reservado, lo que significa que su situación sigue siendo de alto riesgo.
Loredana Sarmati, profesora de Enfermedades Infecciosas en la Universidad Tor Vergata de Roma, destacó la gravedad de la situación, subrayando que una neumonía de tal magnitud representa un desafío incluso para personas jóvenes.
“En este caso estamos hablando de un anciano, además de alguien que ha tenido problemas respiratorios en el pasado. La recuperación de esta neumonía podría llevar semanas”, explicó Sarmati, quien agregó que la gravedad de la enfermedad se ve reflejada en el tiempo que requiere para curarse.
La neumonía que enfrenta Francisco no es la primera afección respiratoria grave que sufre. En su juventud, el Papa fue sometido a la extirpación de una parte de su pulmón debido a una pleuresía, lo que hace que su recuperación actual sea aún más complicada.
El Vaticano ha confirmado que el pontífice ha tenido que lidiar con varios episodios de disnea, el último de ellos el 3 de marzo, ocasionado por una acumulación de mucosidad en sus pulmones. Afortunadamente, desde entonces no ha experimentado más episodios similares, lo que se considera un signo positivo.
Los médicos que lo atienden también han informado que Francisco no ha tenido fiebre desde el 14 de febrero y que sus análisis de sangre han permanecido estables. A pesar de estas mejoras parciales, algunos médicos sostienen que el hecho de que su estado general haya permanecido sin cambios después de tres semanas de tratamiento intensivo, incluidos antibióticos, no es un buen indicio.
Un médico de alto nivel que recientemente se retiró del Gemelli comentó que, en circunstancias normales, tras tantos días de tratamiento, los médicos esperarían ver una mejora significativa en el paciente.
El pontífice ha recibido oxígeno suplementario casi constantemente desde hace dos semanas, ya sea mediante una máscara o una manguera pequeña debajo de su nariz. Si su estado se deteriorara, los médicos considerarían medidas más drásticas, como sedarlo y colocarle un tubo de oxígeno en la garganta.
Sin embargo, expertos señalan que este tipo de intervención solo se emplearía como último recurso, dado su estado de salud y su avanzada edad.
En cuanto al nivel de tratamiento que Francisco estaría dispuesto a recibir, se desconoce si ha dado instrucciones sobre sus preferencias médicas. En un discurso a la Asociación Médica Mundial en 2017, el Papa abordó el tema del final de la vida y afirmó que, en ciertos casos, puede ser moralmente legítimo retirar el “tratamiento excesivo”.
La Iglesia Católica, por su parte, enseña que es imperativo proporcionar cuidados que salven vidas, pero también permite que los pacientes o sus cuidadores rechacen procedimientos que sean demasiado invasivos o desproporcionados en casos terminales.
Como parte de su rehabilitación, el Vaticano ha informado que Francisco está recibiendo terapia respiratoria para mejorar su función pulmonar desde el 26 de febrero.
Además, ha comenzado un régimen de fisioterapia para ayudar a mitigar los efectos negativos de su estancia prolongada en el hospital, que marca la hospitalización más larga de su papado. El profesor Christoph Lange indicó que, aunque la terapia es crucial, el tiempo corre en contra del Papa debido a la pérdida de masa muscular provocada por la inmovilidad. “Es una carrera contra el reloj”, señaló.
A pesar de estos esfuerzos, el estado físico del Papa sigue siendo incierto. Aunque el Vaticano asegura que Francisco pasa largos periodos en un sillón, no está claro si es capaz de caminar o mantenerse de pie sin asistencia.
Mientras tanto, el mundo sigue esperando que el líder de la Iglesia Católica recupere la salud necesaria para continuar con su labor espiritual y administrativa.
El Papa Francisco sigue siendo un símbolo de resiliencia para millones de fieles alrededor del mundo, pero su enfermedad ha recordado tanto a la Iglesia como a sus seguidores que incluso las figuras más poderosas y veneradas deben enfrentar los límites impuestos por la fragilidad humana.
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