Sobre el montaje judicial del que ha sido víctima el expresidente Álvaro Uribe Vélez han corrido ya ríos de tinta, pero hay que destacar ciertos aspectos significativos que se han convertido en puntos de inflexión que nos han llevado a situaciones aberrantes como esta. Veamos estos diez puntos:
1-. La izquierda ha invadido todos los ámbitos. En los últimos veinte o treinta años se ha advertido con insistencia que la izquierda, sin ocultar su desdén por la democracia, se ha infiltrado en los sectores más sensibles de la vida nacional. De su viejo arraigo en los sindicatos y las universidades públicas, ha transitado rápidamente, entre otros sectores, al magisterio, a las universidades privadas, a la Iglesia Católica, a las Fuerzas Militares, al amplio abanico de ONG dedicadas a lo divino y lo humano, a las industrias culturales y, como no, a la justicia… Sin embargo, nos hemos quedado de brazos cruzados.
2-. La manera como un virus llega a afectar a todo el organismo. Al igual que el Covid-19, o que un agresivo cáncer, cualquier virus empieza por una sola célula antes de expandirse y hacer metástasis. Puede que los comunistas no sean muchos, pero la sociedad ha permitido que se vayan posicionando en puestos clave desde donde pueden ejercer una gran influencia. Como dice Yuval Noah Harari en uno de sus libros, los bolcheviques eran una minoría minúscula cuando se hicieron al poder en Rusia, en 1917. Eso porque se mueven como pez en el agua con un gran discurso sobre la moral que es sofístico pero resulta seductor: la lucha por los pobres y las minorías oprimidas.
3-. “Colombia es el segundo país más desigual del mundo”. A pesar de que las diferencias son connaturales a los seres humanos, lógicas y deseables, la izquierda vende la idea supuestamente justiciera —pero irrealizable— de que todos debemos ser iguales. Esta corriente extremista no se contenta con que haya igualdad ante la ley e igualdad de oportunidades, sino que enfila esfuerzos para igualarnos a todos por lo bajo, estatizando los medios de producción y restringiendo nuestras libertades. A la izquierda no le molesta que haya pobres sino “hidalgos y hacendados” montando en sus caballos, o en sus camionetas. Ese populismo embauca a muchos que ven injusticias en el logro de las ambiciones ajenas y no de las propias; la triste envidia, tan propia de la naturaleza humana, motor de la lucha de clases.
4-. Si la lucha de clases no es suficiente, bueno es el marxismo cultural. Con el fin de igualarnos, la izquierda ha instaurado un mecanismo de combate inspirado en las enseñanzas del marxista italiano Antonio Gramsci, que se ocupa de apelar a nuestros códigos morales y éticos para poner a unas minorías supuestamente maltratadas en contra de una superestructura históricamente privilegiada como es el ‘heteropatriarcado blanco’, con lo que de entrada se establece un enfrentamiento en el que reclaman sus “derechos” todos aquellos (y aquellas) que se han sentido discriminados y discriminadas por la corriente predominante. En consecuencia, se ha radicalizado el feminismo, los reclamos de las negritudes y los indígenas, las quejas de la comunidad gay, las cruzadas animalistas, la oposición a la iglesia católica, el ecologismo, el antisemitismo y, en general, cualquier reproche que favorezca a alguna minoría ante el ‘hombre blanco opresor’. Así, amparados en el discurso ‘woke’, se han instalado millones de mediocres como integrantes de la izquierda, con derecho a voto. De hecho, se da por sentado que los negros, los indios o los gais, tienen que ser de izquierda. Gentes históricamente atropelladas que han encontrado en ello un cuestionable mérito para obtener beneficios por encima de las mayorías y lo peor es que estas lo han permitido.
5-. La normalización de la impunidad como fuente de paz y convivencia. Los grupos subversivos (de izquierda) vienen haciendo, hace medio siglo, propuestas de paz a cambio de impunidad frente a un Estado tolerante en extremo. Como si no estuviera demostrado que la paz proviene de combatir el delito y la violencia e impartir justicia, son muchos los gobiernos que han creído tener carta blanca para pisotear la ley y otorgarle perdones a los violentos a cambio de que se porten bien por un tiempo, hasta que deciden volver a sus andadas y ultrajar a la sociedad otra vez. A Belisario Betancur, el M-19 le pagó su ingenuidad incendiando el Palacio de Justicia. A César Gaviria, el capo Escobar le retribuyó su largueza de apacentarlo en una finca moliendo el país a bombazos. Y el canalla de Santos, que les entregó impunidad absoluta a las Farc a cambio de su desmovilización, puede ver que hoy siguen vivitas y coleando: su Nobel de paz es más falso que una moneda de cuero. Todo porque a los bandidos dizque no se les puede dar un tiro sino llamarlos a conversar. ¿Quién manda a quién?
6-. La inversión de los valores sociales. Cualquier sociedad se fundamenta en sus valores, sobre estos se construye la cultura. Y nada mejor para destruirla que invertirlos, volver lo bueno, malo, y lo malo, bueno. ¿O cómo debe entenderse que un criminal del M-19 sea presidente de Colombia sin siquiera haber pagado primero sus crímenes? ¿Cómo entender que los terroristas de las Farc ocupen escaños en el Congreso sin haber pagado un solo día de cárcel por sus innumerables delitos de lesa humanidad y hoy den cátedra de moral y buenas costumbres? El jefe de las Farc, Timochenko, suma condenas por 448 años de prisión y hoy anda libre con un robusto esquema de protección pagado por los colombianos. En brutal contraste, Álvaro Uribe Vélez, el Gran Colombiano, el Presidente que culminó sus ocho años de gobierno con 80% de favorabilidad, ha sido condenado a 12 años de prisión domiciliaria por delitos insignificantes que rayan en lo ridículo: dizque buscar presos que testificaran que un tal Cepeda andaba urdiendo acusaciones en su contra.
7-. La venganza contra el mayor bastión de contención del comunismo en América Latina. Sin Álvaro Uribe la historia del comunismo en Colombia, y gran parte de América Latina, sería muy distinta: se habrían tomado el país y la región con cierta facilidad. Uribe derrotó el sofisma de que las guerrillas eran imposibles de combatir tanto por las dificultades geográficas de un país como el nuestro, como por cierta relación simbiótica de las guerrillas con las gentes de a pie. Por el contrario, Uribe demostró que con voluntad política el Estado siempre está en capacidad de hacer respetar el imperio de la ley. Así, en cuestión de meses, el gobierno de Uribe recuperó el orden público en todo el país, metió en cintura a guerrilleros y paramilitares, redujo los cultivos de coca a su mínima expresión, extraditó a centenares de narcotraficantes y redujo todos los índices de violencia. Pero, sin duda, su logro más aplaudido fue el de haber llevado a las Farc al borde de su aniquilamiento. Uribe quiso una segunda reelección porque sabía que la ‘culebra seguía viva’, y que darle oxígeno constituiría una ‘hecatombe’, pero por respeto a la democracia todos nos dejamos convencer de que Juan Manuel Santos podía terminar la tarea, pero este Judas Iscariote traicionó a Colombia. En 2010, cuando la Corte Constitucional, también infiltrada de izquierdistas, dispuso que Uribe no podía correr por una segunda reelección, este titán de la democracia solo tardó 20 minutos para salir a acatar el fallo en los términos más respetuosos hacia esa alta corte y los magistrados que así lo decidieron.
8-. La condena a Uribe ha sido proferida por las Farc. La izquierda no le perdona a Uribe que su revolución no haya podido entrar triunfante a Bogotá para tomarse el poder. Santos las revivió, pero ya diezmadas por Uribe, sin sus más importantes comandantes y sin posibilidades de retomar el poderío militar que llegaron a tener empezando el milenio. Eso desató con furia toda una trama de venganza, incluso con ayuda de la izquierda internacional. Cuando Uribe terminó su período, vio frustrada la posibilidad de dictar clases en universidades de Europa y Estados Unidos porque estudiantes de izquierda eran azuzados para hacerle manifestaciones de rechazo. También ocurrió al querer dictar conferencias. Confrontados por el mismo Uribe quedaba en claro que ni siquiera sabían por qué lo rechazaban. Quienes querían hacerle la vida imposible como venganza, acudieron también a tribunales internacionales de derechos humanos y a diversas ONG que podían presionar en su contra. Reconocidos alfiles de las Farc, como Iván Cepeda y Piedad Córdoba, empezaron a recorrer cárceles para buscar testimonios en su contra, cosa que él denunció. Convirtieron la idea de encarcelar a Uribe en su objetivo primordial. Matarlo lo volvería un mártir; meterlo preso, un bandido. En el acuerdo de paz de La Habana se planteó siempre la posibilidad de encarcelar a Uribe.
9-. Un juicio estalinista. La juez Sandra Heredia resultó ser de extrema izquierda según pesquisas periodísticas. Nada de qué sorprenderse si se atiende a la lectura de un fallo de 1.114 páginas supuestamente escritas en 15 días, a un ritmo de más de 70 páginas diarias que muchos consideran redactado a varias manos. En el fallo, Heredia cuestiona la credibilidad de todos los declarantes en favor de Álvaro Uribe. En cambio, expresa toda su admiración, y les da entero crédito, a Iván Cepeda, a Juan Guillermo Monsalve, el testigo ‘estrella’, y a su exesposa Deyanira Gómez, reconocida integrante de las Farc. De Monsalve, un secuestrador condenado a más de 40 años de prisión, llega a decir que tiene gran valor civil y que si ha sido beneficiario (gracias a Cepeda) de excesos en la prisión (fiestas, alcohol, drogas, prostitutas) es normal porque esto ocurre en las cárceles colombianas. Las irregularidades son tantas que se necesitarían esas mil páginas para dar cuenta de ellas, pero hay que mencionar lo excesivo de la pena y la solicitud inmediata de reclusión, a pesar de que la ley establece que ello no es necesario porque el fallo no está en firme hasta que vaya a apelación. La juez argumentó que Uribe libre podía poner en riesgo la convivencia pacífica o que se podía escapar al extranjero.
10-. Aplastar a la derecha con miras al 2026. Gustavo Petro no piensa soltar el poder en 2026. Por el contrario, pretende consolidarlo para poder quedarse durante décadas como lo han hecho los dictadores de Cuba o Venezuela. El juicio a Álvaro Uribe y el atentado a Miguel Uribe no son hechos aislados. El Gobierno tiene la clara intención de sacar a la derecha de la contienda a como dé lugar para mantenerse en el poder. Vienen nuevos capítulos, esto no para aquí.
Estas líneas se quedan cortas ante tan graves acontecimientos.
Por: Saúl Hernández Bolívar – @SaulHernandezB
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