En un planeta donde la inflación parece haberse convertido en una constante, el costo alimentario se ha transformado en uno de los termómetros más sensibles del costo de vida. Los alimentos, que durante décadas fueron un indicador estable del poder adquisitivo, hoy reflejan con crudeza las tensiones de un sistema económico global en desequilibrio.
Panorama general: El más reciente estudio del Deutsche Bank confirma una tendencia que ya se intuía: Ginebra es la ciudad más cara del mundo para hacer mercado. La urbe suiza, conocida por su prosperidad y altos estándares de vida, encabeza el índice global con precios un 5 % superiores a los de Nueva York, ciudad que sirve como referencia del informe.
En el segundo lugar aparece San Francisco, donde el costo de los comestibles supera en un 4 % al de la Gran Manzana. Le sigue Zúrich, que completa el podio con niveles apenas inferiores a los de su vecina ginebrina.
En Suiza, la calidad de vida va acompañada de un costo elevado que también se refleja en los productos básicos. La estabilidad económica, los salarios altos y una moneda históricamente fuerte se combinan para hacer que un simple carrito de compras sea un símbolo de exclusividad.
La diferencia puede parecer marginal sobre el papel, pero en el día a día se traduce en una factura significativamente más abultada. Un litro de leche, una docena de huevos o un kilo de arroz cuestan más que en cualquier otra parte del planeta. En términos relativos, comprar los mismos productos que en Nueva York implica pagar un 5 % adicional en Ginebra y un 3 % más en Zúrich.
Pese a ser una de las economías más poderosas del mundo, Estados Unidos vive un fenómeno que impacta directamente el bolsillo de sus ciudadanos: la persistente inflación alimentaria.
Desde 2020, los precios de los comestibles en el país han aumentado cerca de 29 %, una cifra que ha transformado los hábitos de consumo. En San Francisco, donde el costo de la vida es tradicionalmente alto, los hogares destinan en promedio 298 dólares semanales a la compra de alimentos, frente a los 266 dólares de Nueva York.
El costo alimentario se dispara: Ginebra supera a Nueva York como la ciudad más cara del mundo
Por qué es importante: El fenómeno no se explica solo por el encarecimiento de las materias primas. Los altos precios inmobiliarios y los salarios elevados —que presionan los costos operativos de las cadenas de suministro— han convertido a la ciudad californiana en el segundo lugar más caro del planeta para llenar la nevera. Boston, Chicago y Los Ángeles también figuran entre las diez urbes con precios más elevados.
En el continente asiático, Seúl ha desplazado a Hong Kong como la ciudad más costosa para comprar alimentos. El cambio no es casual. La debilidad del won surcoreano, sumada al aumento de los precios globales de las materias primas, ha encarecido los productos básicos y reducido la capacidad de compra de los consumidores.
En contraste, París se mantiene como una de las capitales más asequibles dentro de las economías desarrolladas. Los precios de los comestibles en la capital francesa son casi un 30 % más bajos que en Nueva York, gracias a un sistema agrícola sólido y políticas públicas que amortiguan los efectos de la inflación sobre los productos de primera necesidad.
Ciudades como Sídney, Singapur y Vancouver presentan un panorama similar: un costo de vida alto, pero con estructuras económicas que permiten contener las alzas. En Melbourne, Montreal, Toronto y Wellington, el gasto en alimentos es aún más moderado, reflejando mercados internos estables y una mejor relación entre ingresos y precios.