Colombia no ha tenido un solo día en paz, la mayoría de los ciudadanos están expuestos todos los días a ser victimas de la delincuencia. El Estado, ambivalente e ingenuo, es permisivo con quienes han optado por sembrar dolor y terror en nuestro país.
Por: Andrés Felipe Gaviria
Todas las miradas, las opiniones y los conceptos son más que respetables, ni más faltara pretender querer homogeneizar los pensamientos y percepciones. En lo que a mí respecta, la política contra el terrorismo que se ha aplicado en nuestro país es errónea, y aunque ha presentado avances significativos, nos ha dejado diásporas y lastres más que nefastos para nuestra sociedad, pues la maldad nunca se ha ido, solo ha tenido un proceso de transformación que incluso ha llegado a incrustarse en la espina dorsal de nuestra sociedad, como por ejemplo en los sectores judiciales, periodísticos y de la academia.
La continua permisividad con la ilegalidad; el no castigo a quienes cometen cualquier clase de delito dentro de nuestro territorio; la no protección a nuestros soldados y policías; la escasez de cupos carcelarios; la congestión judicial; y en general, la falta de autoridad y de originar un respeto hacia la ley, nos ha conducido siempre a tener que vivir con miedo. A no transitar seguros por las calles, a no poder usar un teléfono móvil, incluso, nos ha significado un secuestro en muchas ocasiones, pues no podemos vivir una vida normal.
El atentado perpetrado contra la escuela de cadetes en Bogotá ha sido un golpe en el corazón de la Policía colombiana, con claras repercusiones en los sentimientos de cada uno de los colombianos de bien, no de los que simpatizan con el terrorismo. Esta clase de actos siguen demostrando que la maldad existe, que no es un invento, que realmente hay personas que solo vienen a este mundo a generar caos y terror. Acabar con la vida de mas de 21 personas no tiene justificación, mucho menos lógica y demanda una condena estricta, masiva y sin contemplaciones.
No se entiende cómo el presidente Duque mantiene la mesa en La Habana. No se entiende cómo la JEP sigue fungiendo más como un actor de show en el escenario político y nadie la puede intervenir. Los delitos como homicidio, extorsión, fleteo e incluso secuestro están en aumento y perjudican de una manera incuantificable la calidad de vida de los ciudadanos.
Todo esto es producto de premiar y hacer concesiones ante los ilegales. El no castigar ejemplarmente a quienes cometen delitos va a generar siempre más criminales. En la vida hay dos opciones; la vida legal o la ilegal, cada uno tiene beneficios, perjuicios, consecuencias y claramente hay uno que atenta contra la integridad de terceros. Los ejemplos son claros, se han expuesto hasta más no poder; los países que tienen menores índices de criminalidad, son aquellos que tienen leyes fuertes, autoridades que son respetadas y castigos severos. No podemos pretender ser un país civilizado y seguro, si seguimos por este camino.