Iván Mordisco no dice nada nuevo

Todo Colombia, o por lo menos aquellos que quisieron ver, pudieron evidenciar cómo de zonas que nunca participaban activamente en lo electoral, se movilizaron miles de personas a votar de manera irregular.

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En las elecciones presidenciales del año 2022 se presentó especialmente en la segunda vuelta entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández una atipicidad que no pasó desapercibida para los medios de comunicación, analistas, y por supuesto, también para los sectores políticos. Se observaba cómo hombres armados, en barcazas, lanchas, camiones, y en todo tipo de transporte, movilizaban a personas como si fueran ganado para que votaran en esa segunda vuelta, la cual definiría una de las elecciones más apretadas, interesantes e importantes de los últimos 20 años en Colombia.

Cuando en su momento se señaló que había estructuras criminales movilizando personas para votar, obviamente no se podía indicar a quién beneficiaba o perjudicaba, pero luego, con los resultados, quedó muy claro por quién votaron.

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Este aumento irregular y sorpresivo abrió un gran boquete de preguntas y cuestionamientos, que dista mucho de reflejar un ánimo democrático o un cambio en el patrón de conducta de estas regiones que históricamente han sido apáticas para acudir a las urnas. Esto sin contar que miles de personas en esas mismas regiones denunciaron que se les ofreció dinero, entre otros beneficios, si votaban por ciertos candidatos, y a quienes no lo hacían, los amenazaban para que no votaran o simplemente realizaban bloqueos para aplazar las elecciones en esos sitios.

Respecto a la criminalidad con la que ha convivido Colombia históricamente, pero centrándonos en la era post acuerdo de paz, se observa cómo, tal como muchos advirtieron, el país se llenó de grupitos terroristas, bandoleros y criminales, cada uno con distintos brazaletes, rebautizados y supuestamente con nuevas causas políticas, lo cual está muy alejado de la realidad. Todos, en el fondo, coincidimos con el presidente Petro cuando dijo hace unos días que «todos son traquetos, vestidos de revolucionarios».

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De manera que hoy Colombia está claramente permeada económicamente, políticamente y socialmente por estructuras criminales que no tienen ideología política y que han intentado, en esta ola de paz total, entablar diálogos con el Gobierno. Sin embargo, estos han sido un desastre y un fracaso total. Los diálogos no han tenido ningún avance con ningún frente ni grupo armado, y lo único seguro es que les ha permitido rearmarse en todo el país, reagrupar sus filas, reclutar a más personas y fortalecerse logística, militar y económicamente, así como en su negocio principal: el narcotráfico, junto con la extorsión, el microtráfico en las ciudades y la disputa de territorios. Estas estructuras funcionan como empresas criminales.

Entonces, no es nada nuevo lo que cuenta Iván Mordisco. Es una confesión que no tendrá consecuencias, aunque si hubiese sido otro líder terrorista, la Corte Suprema no demoraría en abrir una indagación preliminar sobre esas declaraciones. No lo hará porque en Colombia solo se juzga un tipo de criminalidad, mientras que otra cuenta con beneplácito y está confirmado.

En un país serio, eso traería consecuencias delicadas, rápidas y certeras, pero en Colombia, como es habitual, nada pasará. Simplemente se analizará esta situación durante tres días con un máximo despliegue mediático, cientos de analistas se pronunciarán sobre las problemáticas y la delicadeza de la situación, pero luego nada sucederá. Se lanzará otra cortina de humo, seguramente se hablará de otra cosa y se pasará la página, porque aquí sucede de todo y no pasa nada.

Obviamente, para concluir esta editorial, queremos decir que mientras Colombia no rompa el maldito lazo entre la criminalidad y la política, mientras existan esas zonas vedadas para el Ejército, la Policía y los civiles en la legalidad, este país seguirá siendo controlado por estructuras criminales, y seguiremos teniendo políticos que llegan al poder gracias a los ‘traquetos’, como bien dijo el presidente, que se visten de revolucionarios, con el objetivo de buscar beneficios durante su gobierno. Beneficios como que no los persigan, no los ataquen, no los capturen, los dejen ‘traquetear’, que los revistan de ‘gestores de paz’ y les laven la cara. Cada colombiano sacará sus conclusiones.

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