La manipulada consulta popular

Todas las preguntas están formuladas de una manera que toda persona que esté en sus cabales conteste que Sí. Son una trampa a la democracia.

La manipulada consulta popular

En momentos en que el país se apresta para adentrarse en los vericuetos de una onerosa consulta popular, no hay duda de que sería muy importante enfocarnos en el análisis de las preguntas que el Gobierno ha propuesto para el cuestionario que se le quiere indagar al electorado con el fin de remplazar la hundida reforma laboral. Sin embargo, la carta acusadora del excanciller Álvaro Leyva acerca de la drogadicción de Petro ha alborotado el cotarro hasta el punto de convencernos de la falta de idoneidad de este enfermo para conducir los destinos de la patria.

Todo esto ya lo sabíamos porque lo dice Benedetti en los audios que trascendieron a los medios hace un par de años, pero una cosa es una diatriba expresada en una comunicación privada en medio de una rabieta cargada de cólera y otra cosa es un señalamiento efectuado de manera reflexiva a través de una carta suficientemente meditada y escrita con ponderación. Y eso Petro lo sabe.

Por eso, el periquero de marras se ha venido radicalizando al igual que sus compañeros de gobierno, tratando a los demás a putazo limpio, usando el insulto como un recurso populista que tiene como fin mostrar un supuesto interés por los problemas de la gente, en tanto que los “HP” vienen a ser unos indolentes a quienes no les importa la situación de los más necesitados.

Igualmente, el Presidente amenaza con “desenvainar la espada de Bolívar”, un recurso retórico con el que encubre el propósito de presionar con las armas la realización de una consulta ganadora. Tal vez no con las armas oficiales, pero sí con las de sus aliados, aquellos que se benefician de la tolerante ‘paz total’ y de los gratuitos ceses al fuego con los que Petro premia sus actos terroristas.

Entonces, los acicates de la consulta popular serán el chantaje armado —la espada en la yugular de los colombianos de bien—, y el populismo ramplón con el que fueron redactadas unas preguntas que nadie, en sus cabales, contestaria negativamente porque todas están “amañadas”, como dice Fenalco, para dar como respuesta un Sí.

Aquí es donde se ve claramente que la democracia es el mejor sistema de gobierno, pero está lejos de ser perfecto, y que se degrada hasta la perdición cuando se convierte en oclocracia, que es el gobierno de la muchedumbre, las masas, la turba, la plebe. Ahí pierde sentido el precepto de ‘una persona, un voto’  como condición indispensable  para que la democracia se instaure con justicia, pero no hay manera de que cada individuo haga a un lado sus intereses personales y priorice los colectivos para poder tomar una decisión correcta.

Por ejemplo, si a los votantes se les pregunta si desean que el trabajo dominical y en los festivos tenga un recargo del 100% (hoy es del 75%), casi todos considerarán lógico, bueno y legítimo decir que Sí, pero serán pocos los que se detengan a pensar de manera objetiva en las consecuencias negativas de encarecer el trabajo en los feriados desestimulando la actividad económica y generando más desempleo. De esa manera tendremos una disposición muy “justa” (el 100% de recargo en los festivos), pero inaplicable. Una conquista de papel.

De ese tenor es todo el cuestionario. Las 12 preguntas formuladas son inconvenientes y muchas de ellas, innecesarias, pues implican los mismos problemas que se iban a crear con la reforma que el Senado hundió y que el Gobierno quiere revivir a la brava, burlando la separación de poderes. Mejor dicho, volvemos a lo mismo: la reforma no creaba empleos nuevos ni formalizaba viejos, la consulta mucho menos. La reforma destruiría, al menos, medio millón de empleos, la consulta también lo hará. La reforma no mejoraba el panorama laboral de las mujeres y los jóvenes, la consulta tampoco. La reforma atentaba contra el crecimiento de la economía, la consulta… Bueno, no lloremos después, no todo es culpa del perico.

Por: Saúl Hernández Bolívar – @SaulHernandezB

Del mismo autor: Las insensateces de Gustavo Petro

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