Entre Gustavo Petro y su ahijado Daniel Quintero, el en mala hora alcalde de Medellín, nos están mostrando lo tenebroso que puede ser el futuro cercano gracias a sus propuestas y ejecutorias.
Por: Saúl Hernández Bolívar
Entre Gustavo Petro y su ahijado Daniel Quintero, el tristemente célebre ‘Pinturita’, en mala hora alcalde de Medellín, nos están mostrando lo tenebroso que puede ser el futuro cercano gracias a sus propuestas y ejecutorias. Sin lugar a dudas, un escenario que nos hará decir, como los venezolanos, que «éramos felices, pero no nos habíamos dado cuenta».
Por un lado, Petro ya está dando buenas pistas de lo que será su calamitoso mandato. Para la muestra, la expropiación anticipada que ha hecho de las para él improductivas tierras del ganadero Uribe Vélez, conocidas como El Ubérrimo. Lo que él propone es «comprar» las tierras del expresidente para entregárselas a campesinos y ponerlas a producir «comida». Una iniciativa que parece inteligente y noble, pero que en realidad es populismo puro y duro.
Este capítulo ya lo hemos visto en países vecinos y ya sabemos cómo va a terminar. Petro va a expropiar a Uribe con el pretexto de cumplir una promesa de campaña, pues hasta ese nivel llevará la propuesta para conseguir votos. El Estado impondrá a esas tierras un precio muy inferior al comercial para fingir la compra, pero nunca lo pagará. El predio caerá en el abandono para tiempo después ser adjudicado a campesinos que, aparte de cultivos de pancoger para su subsistencia, no podrán producir nada porque no tienen financiación para las obras de riego, para fertilizar el suelo, para tecnificar la producción, para comercializar los productos…
Los gobiernos de izquierda, esa a la que Petro niega mil veces pertenecer antes de que cante el gallo de las elecciones, suelen arrasar la producción agrícola para asegurar la miseria de las gentes y, por consiguiente, su dependencia extrema al régimen. Stalin mató de hambre a millones de soviéticos y, sobre todo, de ucranianos, y los condenó a un canibalismo bestial. A Mao se le atribuyen 30 millones de muertos por inanición. Cuba producía de todo cuando llegó Castro, era una despensa mundial. Hoy no exporta ni azúcar, cuya cosecha era legendaria. Sobra decir que el hambre cunde en la isla. Venezuela era autosuficiente, hoy comen de la basura y de las cajas de comida importada que les regala el régimen de Maduro para mantener sometidas y sumisas a las masas. Cajas que conseguía Alex Saab, ahora preso en Estados Unidos.
Y todo eso comienza con el mismo cuento: expropiar a los ‘miserables’ terratenientes para producir comida. Pero lo único que se logra es fomentar el odio de clases y espantar la inversión en el campo. Si la finca de un hombre del agro de toda la vida, con arraigo ancestral, un hato de leche y engorde, se considera improductiva por parte de un régimen totalitario, nadie querrá sembrar ni un palo de aguacate y el hambre estará a la vuelta de la esquina. Estamos avisados.
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Del otro lado, lo de ‘Pinturita’ no es menos grave. En campaña advertimos que este individuo iba a poner en peligro a las Empresas Públicas de Medellín y a Hidroituango, pero ahora tiene en peligro a buena parte del empresariado, a los habitantes aguas abajo del embalse y a todo el país por el riesgo de un racionamiento energético.
Llevándole la contraria al presidente Duque, al gobernador Aníbal Gaviria, a los gremios de la ingeniería, a la academia y demás, el alcalde Quintero ya tiene decidido el cambio de constructores para terminar la central hidroeléctrica con el objetivo de manejar cuantiosos recursos de los nuevos contratos, sin importarle los enormes retrasos que sufrirá la entrada en funcionamiento del proyecto. Los expertos hablan de mínimo un año, pero Quintero asegura que solo será de dos a cuatro meses, lo que significa que la primera turbina ya no empezará a generar energía en junio de 2022 como estaba previsto.
Y para justificarse, Quintero apela a un burdo populismo achacándoles a los actuales contratistas pérdidas y desfalcos billonarios que solo han ocurrido en su maquiavélica imaginación, pues la Contraloría ya dijo que no halló corrupción y la aseguradora está pagando los daños provocados por la contingencia y por el lucro cesante que ha causado la no entrada en operación de la central. Quintero les exige que paguen los cuatro billones que la Contraloría incluyó en el fallo de responsabilidad fiscal, a sabiendas de que esas empresas no tienen una cifra tan fabulosa, por la que están quedando condenadas a la quiebra, y remata el alcalde con una mentira típica de su cinismo al decir que si los contratistas no pagan tocará que «pague la gente», y él se muestra como el paladín que impedirá esa injusticia.
Sobre esto hay que hacer una aclaración. Hay dos tipos de obras públicas, las que se hacen con dineros del presupuesto, sea nacional, departamental o local, casi siempre provenientes de nuestros impuestos, aunque también de regalías y otras fuentes de financiación. Y están las que se hacen por concesión, que se pagan solas, donde el Estado permite que particulares financien, construyan, operen y exploten la obra por cierto periodo de tiempo para obtener utilidades en contraprestación del servicio suministrado.
Así es Hidroituango, donde EPM, como empresa industrial y comercial del Estado, se comporta como un particular que obtuvo la concesión para construir y operar la central durante 50 años, con financiación del BID y de bancos europeos; ahí no hay un centavo de nuestros impuestos. Si el costo definitivo ya se tasó en 18,3 billones, y las utilidades anuales se estiman en 1,5 billones, basta una operación de Coquito para inferir que este machete se va a pagar con su propio rendimiento en apenas doce años, si es que este patético alcalde lo deja terminar. Una verdadera mina de oro para Antioquia que nos aportará a los colombianos energía limpia y barata por muchos años.