Por: Jose Felix Lafaurie
A pesar de los comunicados de El Vaticano sobre el carácter pastoral de la visita del papa Francisco, el Presidente no tuvo recato en “politizarla”, tratando de convertirla en bendición al Acuerdo Final con las Farc, para lo cual hasta volvió por sus fueros de columnista en El Tiempo.
Su columna es equívoca desde las primeras palabras, en las que persiste en identificar el Acuerdo Final como “de paz”, la misma estrategia engañosa del plebiscito, para afirmar luego que gracias a su firma el Papa nos honró con su visita. Tampoco tuvo problema en usar el nombre de Francisco para hacerle propaganda a sus programas, ni en afirmar que el Papa encuentra un país lleno de esperanza, cuando los colombianos estamos derrumbados por la corrupción, por un Estado que nos saca plata del bolsillo y por una situación de violencia por cuenta de los herederos de las Farc y otros bandidos en inmensos territorios de narcotráfico a donde el gobierno prometió llegar y no llegó, y de donde las Farc dizque se fueron, pero no su control político y social, como tampoco se fueron la pobreza y el abandono.
El mensaje de Francisco es el de un pastor a sus ovejas, y así lo demuestra la acogida emocionada y profundamente espiritual de millones de fieles. Pero es también un mensaje con inevitable efecto político por cuenta de su inmensa capacidad de influencia sobre las comunidades humanas –la polis–. A lo que se referían las advertencias vaticanas era a que no se manipulara “politiqueramente” su visita, como hizo el Presidente.
El Papa habló de paz y reconciliación, como debía, pero no se dejó acorralar en el apoyo al Acuerdo con las Farc. Pidió “no decaer en el esfuerzo de construir la unidad de la nación”, reconociendo que hay “diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia” y que es necesario poner empeño “en reconocer al otro y en construir puentes”, un mensaje que debería hacer suyo el Presidente, porque “dar el primer paso” es empezar por respetar esas diferencias, reconocer al otro y no satanizar como “enemigo de la paz” a quien piense diferente, como lo sufrimos en carne propia en Fedegán.
Ante las instancias del poder pidió “leyes justas” que ayuden a superar los conflictos” y recordó que “No es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, aprobada por todos, la que rige la convivencia”. Y claro, en el país primer productor mundial de cocaína, Francisco advirtió, con particular crudeza, que “Una sociedad que se ve seducida por el narcotráfico se arrastra a sí misma en esa metástasis moral que mercantiliza el infierno”.
Si el Presidente quería reencaucharse con la visita papal, no lo logró. Si Francisco buscaba calar en la conciencia de los colombianos, sí lo logró.