Los recientes resultados de Ecopetrol en los que entregaron el balance del 2024 han generado una serie de comentarios a favor y en contra de la empresa más grande del país.
Como señala Felipe Campos en su trino, la caída en las utilidades de Ecopetrol en los últimos dos años no es un fenómeno aislado, sino una tendencia que han experimentado otras petroleras a nivel mundial. Esto se debe a tres razones fundamentales: la caída en el precio del petróleo, el comportamiento del dólar y el aumento en los costos operativos.
Es importante destacar lo que menciona Campos: implementar cambios radicales dentro de una compañía como Ecopetrol no es tan simple como accionar un interruptor. Se trata de una empresa que opera con una visión de largo plazo, algo a lo que Colombia, especialmente en el sector público, parece ser alérgica. En el país, la gestión estatal tiende a centrarse en resolver problemas inmediatos, mientras que Ecopetrol trabaja con políticas establecidas hace siete o diez años, contratos de largo aliento y planes con horizontes de hasta 20 años.
Es cierto que algunas decisiones recientes pueden haber afectado el desempeño de la empresa, pero también lo es que, a pesar de las críticas sobre un posible deterioro en su gobierno corporativo, hasta hace poco la Junta Directiva incluía miembros que no eran afines a las políticas del actual gobierno. De hecho, Ricardo Roa, presidente de la compañía, ha librado varias batallas internas para mantener a Ecopetrol en la dirección correcta, en algunos casos contradiciendo posturas del presidente Gustavo Petro.
Un ejemplo claro es su postura sobre la importación de gas desde Venezuela. Roa ha sido enfático en que Ecopetrol no lo hará, no solo debido a las sanciones de EE. UU., sino porque considera que no es conveniente. Asimismo, ha defendido la continuidad de la explotación en la Riviera del Permian, una operación clave para los números de la empresa. Además, a pesar de las dudas, Ecopetrol no ha detenido su producción de petróleo ni un solo día.
Este editorial busca hacer un llamado de atención: Ecopetrol es una empresa del Estado, no de un gobierno en particular. Los gobiernos son pasajeros, pero Ecopetrol permanece. Atacarla por razones políticas es perjudicial para el país y no se puede permitir que quede atrapada en un fuego cruzado.
Es cierto que la acción de Ecopetrol ha sufrido golpes, pero esto no es atribuible a sus directivos, sino a la incertidumbre generada por declaraciones del gobierno antes de su llegada al poder y en sus primeros meses. Un ejemplo de esta injerencia fue la anulación de un contrato con la OXY, firmado por Roa y posteriormente revocado por orden del presidente Petro. Este tipo de decisiones han generado inseguridad en los mercados y han impactado negativamente el valor de la acción.
Otro punto clave es el fracking. Aunque esta práctica podría generar importantes beneficios para la empresa, es improbable que el actual gobierno la impulse, pues siempre se ha opuesto a ella. Cabe recordar que ni el expresidente Iván Duque ni Juan Manuel Santos avanzaron en su implementación más allá de proyectos piloto. Sin embargo, en EE. UU., el fracking ha sido clave para sostener las operaciones de Ecopetrol.
Finalmente, el llamado es claro: Ecopetrol debe salir de la batalla política. Es fundamental garantizar el respeto a su gobierno corporativo y permitirle avanzar sin afectar sus negocios estratégicos, incluyendo la exploración de energías renovables. Otras grandes petroleras, como las del Medio Oriente, han logrado diversificarse sin dejar de lado su función principal.
Si bien algunos pesimistas esperaban peores resultados financieros, es momento de apartar los sesgos y blindar a Ecopetrol para asegurar su sostenibilidad a largo plazo.
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