Juicioso me encuentro leyendo el indigesto acuerdo de La Habana
agosto 31, 2016
Juicioso me encuentro leyendo el indigesto acuerdo de La Habana. Creo que es mi responsabilidad fundamental como ciudadano informarme, de primera mano sobre lo que se negoció durante 4 años y que, según el gobierno, partirá la historia de nuestro país en dos, abriendo la puerta para un futuro promisorio lleno de felicidad.
Como soy, por definición, un escéptico, sé que no se puede confiar en un gobierno que ha hecho de la mentira y la trampa, una forma de actuación permanente. Aún así quisiera creer que lo que está escrito se puede cumplir para evitar el peor escenario y es el de tener, durante otros cien años, a toda la mamertología insistiendo que la oligarquía frustró el sueño de la paz que la Farc nos ofrecieron y no quisimos aceptar.
Pero debe ser mi sentido práctico que me dice que debo ser muy desconfiado. Si Samper, Serpa, Gaviria, Santos, Jaramillo, Roy , Benedetti, Teodora, Ingrid, Gerlein, Petro, las Cortes corruptas, Montealegre, el Congreso enmermelado, la prensa bogotana, Julio, Arismendi, Néstor, los altos mandos militares y de policía, los grupos económicos, los gremios, la oligarquía del Gun, el Country y del Jockey, por no mencionar sino algunos, están a favor del sí, en principio, yo estaré con el no.
Porque por lógica aristotélica, del mal no puede salir el bien. Quienes- por acción o por omisión- son los causantes de este régimen de impunidad, corrupción, despilfarro e injusticia, no pueden ser ahora los que formen los cimientos de la nueva Colombia con la que tantos soñamos. La sóla presencia de Roy en La Habana debería ponernos en alerta. Si un personaje que ha flirteado con todos los partidos e ideologías está ahora en la foto, esa foto no nos conviene.
Claro que me voy a leer el ladrillo firmado porque soy responsable y porque, a diferencia de los zelotas de ambos bandos, creo en la razón como fundamento del ejercicio de los derechos ciudadanos. Pero no lo haré bajo el influjo de las amenazas de los partidarios del sí que creen que el país se disuelve si vota no. Los países no se acaban y los colombianos no somos lo suficientemente serios como para ir al fondo de los temas. Que intenten ser serios los apóstoles pacifistas de la catástrofe pues ni la guerrilla es tan seria como creen los opositores envenenados.
Miguel Gómez M.
Asesor económico y empresarial