Los colombianos están radicándose en distintos países, y esa migración masiva ya empieza a generar consecuencias diplomáticas. El Reino Unido, por ejemplo, retiró el beneficio de ingreso sin visa debido al creciente número de solicitudes de asilo presentadas por ciudadanos colombianos.
Esa decisión se suma a un fenómeno que ya no se puede ocultar: las solicitudes de asilo de los colombianos están disparadas en el mundo. Colombia es el segundo país con más aplicantes en los 38 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde están Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, solo superado por Venezuela. Más de 203.000 colombianos pidieron asilo en esas naciones, por encima de Siria o Afganistán, según la OCDE.
La situación es que cada vez más connacionales abandonan su país, se desarraigan y buscan calidad de vida en otros territorios ante el evidente deterioro de factores como la seguridad en Colombia.
Este fenómeno no es una narrativa política ni un dato propagandístico de algún partido o candidato presidencial. Es una cifra respaldada por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que reveló que en 2024 cerca de 393.000 colombianos solicitaron asilo en diferentes países del mundo, lo que ubica al país como el tercero con más solicitantes después de Sudán y Venezuela. Un renglón poco honroso que debería poner a reflexionar no solo a quienes hoy gobiernan, sino también a quienes lo hicieron en el pasado y a quienes aspiran a llegar al poder.
Ese dato habla de exilio: un viaje entre el desarraigo y la esperanza. Y no es menor. Es la cifra más alta en 18 años de colombianos que buscan radicarse en el exterior bajo la figura del asilo.
Colombia: por qué miles buscan asilo en el exterior
El informe de ACNUR precisa que ese número creciente da cuenta de la persistencia de la violencia y de la huida de la gente para defender su vida. La tendencia sigue en aumento, motivada principalmente por la crítica situación de orden público que afecta a más del 47% del territorio nacional. La presencia de distintos grupos armados ilegales ha recrudecido el conflicto, especialmente en la costa pacífica y la región oriental del país, obligando a miles a salir del territorio. Solo en Ecuador, en 2024, se registraron casi 7.000 solicitudes de asilo de colombianos, la cifra más alta desde 2014.
La situación es grave, no solo porque amenaza los procesos de paz, sino porque refleja un país en el que vivir resulta cada vez menos atractivo. En un contexto de crisis de natalidad, Colombia deja de ser una opción para sus propios ciudadanos. A esto se suma que Colombia fue, en 2024, la segunda nacionalidad que más cruzó el Darién, lo que confirma que el desplazamiento forzado hacia el exterior se ha convertido en una vía de escape desesperada.
Si hoy se consultara a la mayoría de colombianos, la respuesta sería clara: lo que desean es salir a vivir en otro lugar. Y no hay un síntoma más preocupante y desolador que ese.
A los colombianos la vida les resulta mucho más difícil. La precariedad, la desigualdad y la violencia se suman a la paradoja de que trabajos menos exigentes en otros países son mejor remunerados y ofrecen mayores garantías. Esa comparación inevitable lleva a miles a cuestionarse por qué seguir en un país donde la vida se siente cuesta arriba. Los destinos más comunes de quienes salen Ecuador, Venezuela, Canadá, España y Estados Unidos, demuestran que el exilio ya no es solo una alternativa, sino una tendencia marcada.
Las noticias recientes no ayudan a revertir esa percepción. No hay señales alentadoras que inviten a quedarse, a creer en que las cosas van bien o en que vale la pena resistir. Por el contrario, la sensación generalizada es de frustración y desesperanza. Y es allí donde los aspirantes a la presidencia o al Congreso deberían concentrarse: más allá del prestigio del cargo, deberían definir qué promesa real de país están ofreciendo.
El desafío no es menor. Colombia necesita un proyecto serio que devuelva la confianza, que garantice oportunidades reales y que convierta la esperanza en un motor para quedarse. Se trata de pensar en los ciudadanos por encima de intereses personales, de invitar a los jóvenes, a los niños y también a los adultos a volver a creer en su país.
Este editorial busca poner el acento en esa urgencia: el éxodo colombiano no es una cifra más, es un llamado de atención. Hay que detenerse, mirarlo con seriedad y actuar.
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