Hay que tener en cuenta que el celular de Eliécer –donde guardaba información- nunca fue encontrado y en los hechos aparece una extraña mujer tatuada que minutos antes sale de la casa de Buitrago con cara de susto y visibles signos de temor y preocupación.
Por: Wilmar Vera Z
Han pasado casi 7 meses desde el asesinato del periodista Eliécer Santanilla, en Armenia, Quindío, y el veredicto final parece definitivo: impunidad.
Como muchas veces ocurre en este país, la Justicia es una ilusión para aquellos delitos que no alcanzan el interés de la “mejor fiscalía del mundo”, donde el “vencimiento de términos” es el mejor abogado, sea para grandes o pequeños criminales. Como si fuera poco, el volumen de casos sobrepasa la capacidad de los juzgados y las audiencias –si se dan- terminan realizándose como la Pascua: una por año.
Muestra de eso es que las audiencias continuarán en abril de 2023, porque la agenda del juzgado está copada y no hay disponibilidad para iniciar el juicio este año. Vergonzoso, doloroso.
Santanilla, periodista, experto en márketing político y estudioso de la comunicación, se desempeñaba como comunicador de las Empresas Públicas de Armenia (EPA), cuando fue asesinado por Cristian Buitrago, el 14 de diciembre de 2021, tras una reunión con él, en su propio apartamento. Él dio diversas versiones de su actuar pero una cosa es clara: Buitrago en ante las autoridades aceptó, en todas, que mató a Santanilla.
Desde entonces ha sido un calvario tanto para su esposa como para su familia, no solo por la pérdida violenta de su ser querido sino porque se sienten impotentes ante la paquidérmica actuación del ente investigador y del sistema judicial; como cosa rara, parece actuar más a favor del asesino y de sus patrocinadores, pues ni siquiera fue enviado a la cárcel San Bernardo o Calarcá. Su homicida fue beneficiado con casa por cárcel, con lo que eso implica para la manipulación de pruebas.
Vale recordar que las irregularidades comenzaron desde las primeras horas del asesinato. Ese día, medios digitales publicaron notas falsas anunciando que se había suicidado o que falleció por culpa de una caída. Como si fuera poco, el giro discursivo parecía interesado en generar confusión y dudas sobre la integridad personal del comunicador.
![La impunidad que se cierne sobre el crimen de Eliécer Santanilla 1 Asesinato del periodista Eliécer Santanilla Martínez en Armenia, Quindío - Otras Ciudades - Colombia - ELTIEMPO.COM](https://www.eltiempo.com/files/image_640_428/uploads/2021/12/16/61bbc5a66efb6.jpeg)
Buitrago, entre sus versiones, declaró que fue en medio de una pelea que segó la vida a Santanilla, misma que no supo justificar bien dónde fue. El homicida fue detenido ese mismo día sin señales de violencia en su cuerpo, defensa que era complicada para él, pues Santanilla era grande, fuerte y no se vio evidencia de lucha, ni en la diminuta habitación donde supuestamente se inició la “pelea”, además de que su cuerpo fue hallado por fuera, arrastrado hasta la sala.
Como si fuera poco, Santanilla tenía en su organismo rastros de un fármaco que se usa para dormir caballos. ¿Defensa propia contra alguien inconsciente?, ¿por qué tiene el occiso señales de golpes, hematomas y hasta mordidas mientras no evidencia ningún rictus de dolor?, ¿lo mataron estando inconsciente? De ser así, eso demostraría que hubo un plan premeditado para silenciarlo, que no fue accidental y su confeso asesino hace parte de un entramado más complejo, grande y poderoso que lo aúpa.
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¿Quién podía beneficiarse con su muerte?
Sin duda, el poder corrupto político. Por eso no lo “sicariaron”. Sería muy evidente. Santanilla estaba detrás de unas denuncias de malos manejos por parte de la administración seccional quindiana. En plena audiencia de legalización de captura el gobernador fue uno de los asistentes virtuales, a sabiendas de que es conocido del asesino y sobre quien recae un entramado de sospecha por malos manejos, favoritismos y actuaciones reprochables. Acciones que estaba investigando Santanilla.
Además, hay que tener en cuenta que el celular de Eliécer –donde guardaba información- nunca fue encontrado y en los hechos aparece una extraña mujer tatuada que minutos antes sale de la casa de Buitrago con cara de susto y visibles signos de temor y preocupación. ¿Quién es ella?, ¿por qué la aplicación de rastreo del celular desaparecido muestra actividad virtual semanas después de su desaparición y hasta aparece ubicado en otra ciudad?
Armenia es una ciudad muy pequeña. Para sus familiares y allegados, saber que quien destruyó sus vidas, y dejó a un bebé huérfano, caminando por ahí de forma tranquila o cruzarse en algún espacio con ese criminal no solo es una afrenta a la memoria de Eliécer Santanilla sino una burla a su dolor y tristeza. Eso demuestra que en Colombia, y en el gremio de los periodistas, hay víctimas de primera y segunda categoría, porque a nadie más que a sus cercanos y amigos parece importarles.
Es que la Justicia es un concepto tan desvalorizado, vacío, que para los criminales confesos se traduce en la más completa impunidad.
#JusticiaParaEliecerSantanilla
Ñapa: Terrible que la muerte de 53 presos en la cárcel de Tuluá no sea noticia importante. Independiente de si son culpables o no, los centros penitenciarios colombianos son sucursales del infierno, no solo por las condiciones de supervivencia que padecen sino porque la tortura es el factor común para los más de 130 mil reclusos (condenados o sindicados) que están tras las rejas. No se incluyen los delincuentes de cuello blanco, que desde las caballerizas y casas fiscales purgan sus penas en unas largas y cómodas vacaciones pagas con nuestros impuestos.