En el corazón del Congreso colombiano se gesta un debate que va más allá de las redes sociales y los influencers: se discute el papel y la responsabilidad de quienes influyen en la opinión pública desde el universo digital.
Un nuevo proyecto de ley, actualmente en trámite legislativo, busca establecer reglas claras para los creadores de contenido que generan ingresos a través de sus plataformas. La propuesta legislativa exige que los influencers declaren sus publicaciones patrocinadas, asuman obligaciones fiscales y garanticen la protección de las audiencias menores de edad.
Pero el trasfondo del debate no es meramente técnico. Lo que realmente está en juego es el modelo de influencia digital que se ha impuesto durante más de una década y que, hoy, muestra signos evidentes de desgaste.
Panorama general: Durante años, el influencer fue sinónimo de éxito, estilo de vida envidiable y cercanía emocional con sus seguidores. Sin embargo, los escándalos por desinformación, la promoción encubierta de productos dudosos y la falta de transparencia comercial han erosionado la confianza del público. Según el Edelman Trust Barometer 2024, el 67 % de los consumidores desconfía de los influencers que no revelan sus vínculos con marcas.
Esta desconfianza ha propiciado una transformación silenciosa pero profunda en la manera en que las audiencias —especialmente las más jóvenes— eligen a sus referentes. La perfección curada de Instagram ya no cautiva como antes. En su lugar, emergen colectivos barriales, activistas locales y redes de ayuda mutua que construyen influencia desde lo cotidiano, sin filtros ni guiones.
El Congreso colombiano debate la regulación de influencers y redefine el modelo de influencia digital
Por qué es importante: Este cambio ha obligado a las marcas a repensar sus estrategias de comunicación: ya no basta con sumar millones de seguidores, ahora se busca coherencia, autenticidad y capacidad de movilización.“Estamos viendo una transición silenciosa pero profunda, de las figuras individuales al poder colectivo. Hoy, muchas audiencias valoran más una red que acompaña que un rostro que vende”, afirma Mary Andrea Jimenez, gerente de Konk Marketing.
Las métricas tradicionales están siendo reemplazadas por indicadores de impacto social. La pregunta clave ya no es quién genera más likes, sino quién construye relaciones significativas con su comunidad. “La confianza no se construye con viralidad, sino con consistencia”, agrega Jimenez, subrayando que el marketing de influencia necesita una mirada más crítica y responsable.
El caso colombiano en contexto internacional
Colombia no es el único país que busca regular esta figura. Francia y España ya han aprobado legislaciones que obligan a los influencers a identificar contenidos promocionales y cumplir normas de protección al consumidor. Incluso plataformas como Instagram y TikTok han implementado herramientas para señalar contenido pagado, reconociendo el impacto que la desinformación y la opacidad pueden tener sobre la salud del ecosistema digital.
En este sentido, la regulación aparece no como una amenaza, sino como una oportunidad. Una oportunidad para establecer un nuevo pacto digital que equilibre la libertad creativa con la transparencia y la protección de las audiencias.
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