Si alguien en Colombia, en este momento, luego de más de 30 años de infructuosos intentos por hacer o firmar un acuerdo de paz con la guerrilla criminal del ELN, todavía cree que ese grupo terrorista tiene voluntad de paz, ideología política, convicciones o algún interés real en dejar las armas y pasar a la vida civil, ese colombiano, primero que todo, y se lo decimos con respeto, es iluso, ingenuo, cándido, inocente y vive en un mundo paralelo. O, por lo menos, no puede vivir en Colombia, porque la cantidad de sangre que ha derramado el ELN en este país no tiene nombre.
El ELN es responsable de miles de asesinatos, secuestros, extorsiones, ataques terroristas, reclutamiento de niños, violaciones. Francamente, han arrasado sin consideración con todo el código penal vigente en Colombia, y aun así cuentan con defensores de oficio en varias esferas de la nación. Esto no tiene por qué prolongarse más.
Los soldados y policías del país están muriendo, abandonados a su suerte, muchas veces maniatados por cuenta de oscuros ceses al fuego. Hoy, la única obligación del Estado colombiano, encabezado por Gustavo Petro, es comenzar una guerra sin cuartel: con bombardeos, con toda la capacidad operativa y ofensiva del Estado, para ir tras esos criminales. Donde sea que se escondan —en madrigueras, túneles o cavernas—, deben ser neutralizados. La prioridad tiene que ser acabar con ellos, porque ese grupo, el ELN, no tiene ni ha tenido jamás ninguna voluntad de paz.
No más suspensiones, no más treguas inútiles ni acuerdos vacíos. Es hora de acabar de una vez por todas con ese esperpento.
Es especialmente preocupante la declaración de hoy del ELN, en la que han amenazado con declarar como objetivo militar a empresas privadas en Colombia. Estamos retrocediendo 20 o 30 años en el tiempo. Ecopetrol es la primera damnificada. Entonces, el ELN seguirá volando oleoductos, como lo ha hecho toda su vida, secuestrando contratistas y atentando contra trabajadores de la empresa. Y aun así, el gobierno sigue sentado con ellos, platicando.
Eso tiene que acabar. Esa vagabundería no puede continuar.
Lea también: La economía mundial enfrentará crecimiento precario, según el FMI